La distribución masiva de la infame diatriba antisemita de Hitler conocida como Mein Kampf (Mi lucha) ha sido objeto recientemente de una gran promoción debido a la iniciativa del periódico conservador italiano Il Giornale: obsequiar el libro a cualquier persona que compre un ejemplar del rotativo. Teniendo en cuenta el aumento global del antisemitismo, esta iniciativa podría ser precursora de otra inmensa catástrofe para el pueblo judío.
“Si (…) el judío sale victorioso sobre los otros pueblos del mundo, su corona será la corona funeraria de la humanidad”. Este fin de semana pasado, miles de lectores del diario italiano Il Giornale, se alimentaron de estas tóxicas palabras y de otras muchas figuras retóricas de corte antisemita, ya que el periódico distribuyó miles de copias gratuitas de Mein Kampf, la autobiografía de Adolf Hitler.
El periódico fue recriminado por esta decisión. Matteo Renzi, primer ministro italiano, calificó el asunto de “miserable”, mientras que otros tildaron la medida del periódico como un “truco para vender más”. En su defensa, el periódico argumentó que la iniciativa “educaría a los lectores acerca de la vileza del nazismo”.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta el 1 de enero de 2016, la distribución del libro había estado prohibida en Europa. Pero ahora que los derechos de autor han vencido, el libro se está distribuyendo de nuevo. Aunque una versión comentada del texto se distribuya y comercialice en Alemania e Italia “con fines educativos”, las copias del texto original pueden ser fácilmente adquiridas en internet y en librerías de todo el mundo. En consecuencia, apenas setenta años después del más perverso intento de acabar con los judíos, el texto que del que se nutrió la ideología nazi vuelve a ser un éxito de ventas. En el mundo entero.
Combustible antisemita
A pesar de las décadas trascurridas desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la actitud hacia los judíos apenas ha cambiado. Puede que haya habido un paréntesis en la expresión manifiesta del odio a los judíos, pero su veneno no se ha desvanecido ni ha disminuido su malignidad. En los últimos años hemos asistido al resurgimiento de un flagrante antisemitismo por todo el mundo. Mientras que los terroristas matan a civiles inocentes en las calles y cafés de Tel Aviv, los medios internacionales disfrazan la verdad y describen esas acciones como “tiroteos”. Los movimientos en contra de Israel, como el BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones), están tratando de mutilar a Israel económica y académicamente; y después de cada gran ataque terrorista en el mundo, algunos políticos ruines, declaran que se trata de una operación de bandera falsa y echan la culpa a Israel.
A principios de los años 1950, el reconocido cabalista Rav Yehuda Ashlag escribió en su esclarecedora composición Los escritos de la última generación: “El mundo considera erróneamente el nazismo como un vástago específicamente de Alemania. En realidad (…) todas las naciones son iguales en esto: no hay ninguna esperanza de que el nazismo desaparezca por completo con la victoria de los aliados, ya que el día de mañana serán los anglosajones quienes adopten el nazismo”.
Del mismo modo que Mein Kampf alimentó el antisemitismo en aquel entonces y le proporcionó una justificación “racional”, también puede hacerlo ahora. Hoy en día, el libro está tan difundido que para deshacer su vil impacto debemos, en primer lugar, abordar la causa de su propagación: el antisemitismo.
El poder de la conexión
En ese mismo libro, el Rav Ashlag señala que “es un hecho que Israel es odiado por todas las naciones, ya sea por motivos religiosos, raciales, capitalistas, comunistas, o por razones cosmopolitas, etc. Esto es así porque el odio precede a toda razón y cada [facción] meramente resuelve su aversión de acuerdo a su propia psicología”. Ashlag continúa explicando que el pueblo judío tiene un papel que desempeñar en el mundo, y en la medida que dejemos de llevarlo a cabo seremos odiados bajo diversos pretextos.
Para conocer nuestro papel en el mundo, debemos entender nuestro lugar en esa red global que es la humanidad. Dentro de esa red, los judíos son los enlaces y puntos de unión que nos permiten sentimos conectados, aprender unos de otros, fortalecer y ser fortalecidos por los demás. Sin los judíos, la red humana sería oscura e inerte. Nuestros antepasados, los antiguos hebreos, desarrollaron un método de conexión gracias al cual cada persona podía utilizar su egoísmo natural en pro del bien común, y de ese modo favorecía a la sociedad y la fortalecía.
Esos primeros judíos no suprimieron su ego tal como a menudo sugieren las enseñanzas orientales y los grupos “Nueva Era”. En su lugar, se alzaron por encima de sus egos, como afirma el Rey Salomón (Proverbios, 10:12): “cubriendo sus crímenes con amor”. De ese modo, desencadenaron una fuerza que los elevó por encima de su ego y los aunó en una nación unificada.
Este singular método no estaba destinado exclusivamente a los judíos. El propósito era que sirviese como medio de conexión para el mundo entero. Israel estaba destinado a ser “una luz para las naciones”: proporcionar al mundo un ejemplo del método para lograr la unidad, ya que, como el Rav Kook dijo, “en Israel se encuentra el secreto de la unidad del mundo”.
Su lucha, nuestra lucha
“El judío solamente está unido cuando un peligro común le obliga a ello, o cuando le seduce un botín común”, escribe Hitler, y no le falta un fondo de verdad. Y concluye: “Si no se da ninguna de estas dos circunstancias, se activan cualidades del más burdo egoísmo”.
El Rav Ashlag, el Rav Kook y muchos otros líderes judíos señalan la conexión entre el estado del mundo y el papel del pueblo de Israel. En su libro, Orot (luces), el Rav Kook escribió: “La construcción del mundo –actualmente destruido por las terribles tormentas de una espada llena de sangre– precisa la construcción de la nación de Israel. La construcción de la nación y la revelación de su espíritu son uno y lo mismo, y es uno con la construcción del mundo, que se desmorona a la espera de una fuerza de unidad y elevación”.
Sin embargo, en ausencia de esa “fuerza de unidad” en nuestras conexiones, la fuerza del odio prevalece en el mundo y divide a las personas. Esta fuerza maligna es la causa de que Adolf Hitler, Henry Ford y muchos otros antisemitas a lo largo de los siglos, sintieran que los judíos son la fuente de todo lo que está mal en el mundo. Consideraron que los judíos no estaban haciendo aquello que estaban destinados a hacer. En consecuencia, como escribió el Rav Ashlag, “En una generación así, todos los destructores entre las naciones del mundo levantan su cabeza y desean principalmente destruir y aniquilar a los hijos de Israel, como está escrito (Yevamot 63): ‘Ninguna calamidad viene al mundo, sino por Israel’”. Esto es así porque, empleando las palabras en El Zóhar (Tikún no.30), Israel está causando “pobreza, ruina, desfalco, matanzas y destrucción en todo el mundo”.
Pero cuando nosotros, los judíos, emprendemos camino de la fraternidad y nos unimos “como un solo hombre con un solo corazón”, invocamos esa fuerza de conexión y la proyectamos por toda la red humana en el mundo entero. Esa fuerza apacigua el corazón de las personas y las hace acercarse unas a otras. Al mismo tiempo, arranca de raíz los pensamientos antisemitas, ya que la gente comienza a sentir el beneficio que los judíos aportan al mundo. En palabras de la Maor Vashemesh: “La mejor defensa contra la calamidad es el amor y la unidad. Cuando hay amor, unidad y amistad mutua en Israel, ninguna calamidad puede sobrevenirlos”.
Esta es nuestra lucha. Es la calidad de nuestras conexiones lo que determinará que el hitlerismo aumente o desaparezca para siempre.