Conforme se acerca el año nuevo, una atmósfera de creciente consumismo envuelve a las sociedades de todo el mundo. Sin embargo, existe un estrato generacional que está arruinando el alboroto comercial: los millennials.
Tener un automóvil nuevo, una casa nueva y una pareja nueva, son propósitos comunes de año nuevo. Sin embargo, ninguno de estos objetivos impresiona a la generación de los millenials, nacidos entre 1981 y 1996. Ellos han sido objeto de intenso escrutinio por parte de economistas y analistas, en sus esfuerzos por entender su mentalidad y sus prioridades financieras.
¿Por qué es esto tan importante para los economistas? Porque se espera que la generación de los millennials -estimada en alrededor de 8 millones de personas, solo en España– supere a los baby boomers, como la generación más grande. La expectativa era que los millennials consumieran más y aportaran más que los baby boomers a la economía, pero eso no está sucediendo y los analistas quieren saber la razón. ¿Son las decisiones no capitalistas de este grupo la causa de la destrucción de la economía?, o ¿son sus patrones de gasto moderado el resultado de una economía despiadada impuesta durante años a los españoles bajo el control de las élites?
Una nuevo estudio del Consejo de la Reserva Federal reveló que, en comparación a las generaciones previas de la misma edad, los millennials tienen un ingreso más bajo y menos riqueza que sus antecesores. Al nacer y crecer en una era en la que el capitalismo ha estado fuera de control, donde el fuerte se aprovecha del débil, se vieron irremediablemente endeudados al buscar financiamiento para su educación universitaria, prácticamente incapacitados para alcanzar una vida independiente -ni siquiera a nivel básico- mucho menos para poder comprar una casa propia. No obstante, los expertos y líderes, les señalan por su gasto limitado y sus “efectos negativos” sobre la economía.
Se esperaba que los millenials consumieran y participaran en el mercado laboral, al menos como sus padres, si no es que más. Se suponía que ellos creyeran en el sueño americano, así como sus padres. Pero han perdido la esperanza y la confianza en el sistema de la economía actual, mientras experimentan los niveles más altos altos de ansiedad y depresión registrados.
Sin embargo, en lugar de dirigirse a la raíz del problema, la determinación económica y de los medios de comunicación – que están al servicio de las élites-, fue de disgusto por no poder extorsionar a los niños, a los millennials, como lo hicieron con sus padres.
Mañana, el mundo continuará intentando y siguiendo los mismos modelos financieros anacrónicos. Las élites seguirán manteniendo la economía tradicional que promueve el consumo y concentra el capital bajo el control de un puñado de magnates. Al experimentar privación y frustración, habrá cada vez más gente que demande la justicia social. Posiblemente sean quienes reemplacen a los líderes, exijan la limitación de los salarios de los funcionarios electos, demanden la disminución de impuestos sobre insumos básicos y un congelamiento en el aumento de impuestos para las clases media y baja.
No está lejos el futuro en el que el mundo se vea muy distinto: una revolución tecnológica industrial dará pasos gigantescos hacia la automatización masiva, desempleando gran parte de la mano de obra del mercado laboral, cerrando las puertas detrás de ellos. Cuando no hay trabajo, no hay salarios y cuando no hay salarios, no hay dinero para gastar y cuando no haya dinero para gastar, no se comprarán los productos no-esenciales; y dado que lo que actualmente consumimos son productos no-esenciales, entonces el efecto dominó sigue conforme también caen los negocios ligados a estos productos.
Bajo circunstancias como éstas, ¿qué harán las masas de desempleados? ¿Abrirá este escenario, una válvula de frustración y coraje hacia las calles? Los recientes disturbios en Francia, ¿son sólo una pequeña muestra de lo que está en la tienda? Si bien, puede que ésto no ocurra mañana, ¿qué pasará después?
Es tanto posible, como necesario, prepararnos ahora para el futuro venidero. En consecuencia, debemos hacer un plan para prevenir el indeseable caos futuro, asegurando que cada ciudadano reciba un ingreso básico, suficiente para vivir con dignidad. Sin embargo, junto con satisfacer las necesidades físicas, también debemos calmar el espíritu y llenar el alma. Ante estos grandes cambios sistemáticos en la sociedad, un sistema educativo actualizado es crucial para ayudar a los ciudadanos desorientados, para reorganizar sus prioridades, sus valores. El propósito de dicha educación es llevar a las personas hacia relaciones equilibradas y positivas, a través de una clara comprensión del sistema integral global en el cual vivimos.
La expectativa de que el dinero pueda darnos un sentido de seguridad, desaparecerá a medida que la crisis empeore. Por lo tanto, debemos educarnos en cómo construir una sociedad que brinde a la persona una forma de seguridad dentro de una familia amorosa. En lugar de alimentar la competencia voraz que nos pone en una constante carrera de supervivencia, desarrollaremos la competencia humana que nos lleve a todos a contribuir cuanto podamos a la cohesión social. En vez de participar en trabajos que exigen un alto precio psicológico para beneficio de los dueños de la empresa, cambiaremos a ocupaciones creativas y sociales que sirvan a la mayoría en un nuevo concepto de trabajo totalmente actual.
En lugar de juzgar a las personas por cuánto ganan, seremos valorados de acuerdo a nuestras contribuciones a la sociedad. En lugar de trabajar todo el día y raramente pasar tiempo con nuestros hijos, nuestro tiempo será usado construyendo uniones familiares estrechas. En lugar de una industria publicitaria que nos manipula para el consumo compulsivo de productos sin sentido, aprenderemos a vivir felices y de forma sustentable. En lugar del mercado publicitario que vende ilusiones materiales bien empaquetadas, los medios de comunicación nos ayudarán a ver que la felicidad yace en las relaciones sociales positivas.
Por supuesto que nada de ésto pasará mañana, pero hoy podemos comenzar este proceso educativo gradual y continuo. Distinto a cualquier cosa que hemos conocido antes, dicha transformación de la sociedad, no puede ser a través de la coerción y la opresión. En su lugar, es un proceso de construir nuevos valores en la sociedad y de ampliar la conciencia pública, para que nos comencemos a equilibrar con las condiciones de fluctuación constante, globalmente interdependientes. Como resultado de esta expansión en la conciencia colectiva, cambios institucionales – en el concepto de trabajo y en el sistema económico – se pueden desarrollar de forma orgánica y pacífica.
Además, cuando nos empezamos a enfocar en construir relaciones cualitativas, significativas, descubrimos una nueva fuente de satisfacción. Conforme el énfasis cambia hacia cómo podemos conectar positivamente, por encima de todas las diferencias en la sociedad, dejamos de estar tan inmersos en los asuntos materiales y nos involucramos en una realización que es mucho más natural y común a todas las personas. Sentiremos entonces que una nueva clase de felicidad, confianza y satisfacción, conforme nuestros esfuerzos por conectar positivamente, empieza a descubrir una fuente de energía que yace en la naturaleza, que nos nutrirá y nos hará avanzar hacia un nivel de conciencia superior.