De todos nuestros miedos, probablemente el más intenso es el miedo a sentir vergüenza, a ser avergonzados. Para la mayoría, el auto respeto es más que cualquier otra cosa. Si lo perdemos, muchas veces preferimos morir. Ninguna otra especie, sólo el humano lo tiene. Los animales sólo piensan en que su vida sea lo más cómoda posible. Si se encuentran con un animal más fuerte, se retiran sin pensarlo dos veces y ciertamente sin vergüenza. Nosotros, por otro lado, podemos optar por confrontar a aquellos que se consideran más fuertes que nosotros, con la esperanza de ganar respeto o porque nos avergüenza confesar que somos más débiles que alguien más. Las complicaciones resultantes de este comportamiento impulsado por el respeto son enormes.
Sin embargo, a pesar de los problemas que nos causa la búsqueda del honor, también es el motor del desarrollo humano. Si no fuera por el anhelo de superar a los demás, no habría civilización y seguiríamos siendo tan salvajes como nuestros antepasados que vivían en cuevas o dormían en los árboles por miedo a ser devorados por los animales.
Tomemos, por ejemplo, al niño de 8 años que acaba de escalar El Capitán junto con su padre. El acantilado es un imponente monolito de granito de unos 914 metros de altura, en el Parque Nacional Yosemite, California, es uno de los mayores desafíos del mundo para los escaladores. ¿Qué llevó a un padre a poner al niño en ese riesgo? El deseo de fama, la búsqueda del honor, como dijo el mismo padre: “¡Qué semana tan increíble! Estoy muy orgulloso de Sam (el niño)”. Para muchos, el respeto es más que la vida física. Evidentemente, en algunos casos, es más que la vida de sus hijos.
Mientras más pasamos del nivel animal, al nivel humano, más valoramos el respeto y menos nos importa la vida física. Envidiamos a todos los que lograron algo que consideramos digno de elogio, porque deseamos el elogio. Algunos incluso envidian a personas famosas de hace muchas generaciones, como grandes gobernantes o conquistadores. Otros desean ser los mejores de todos los tiempos en su campo y esperan que sus logros sobrevivan a su vida física, mucho después de que se hayan ido.
Sin embargo, el anhelo por respeto no es inherentemente negativo. Hay un buen propósito para todo, incluida la búsqueda de respeto. Si la persigues, esta búsqueda nos hace pulir y mejorar nuestros valores y metas. Nos eleva de los deseos físicos a los espirituales y eventualmente nos impulsa a renunciar a nuestra propia naturaleza porque su ego nos parece deshonroso.
Cuando sucede, nuestra búsqueda egoísta de respeto nos lleva a querer ser desinteresados, nos damos cuenta que si no hubiera sido por la búsqueda del honor, no hubiéramos llegado a una meta tan sublime y noble. A medida que pulimos nuestros valores, entendemos que, trascender el anhelo de respeto y concentrarnos en los demás en lugar de en nosotros mismos es la meta más honorable, admirable y digna. La persona que lo logra, ya no buscará el respeto y evitará las complicaciones que acompañan ese anhelo. Además, esa persona será amable con los demás y no para ganarse su respeto, sino porque la bondad será la cualidad más digna de respeto.
La sociedad “planta” en nuestra mente, ideas sobre lo que es respetuoso y lo que no lo es. A menudo, estas ideas son perjudiciales, para nosotros y para los demás. Quien se ha elevado por encima de la dependencia del respeto de la sociedad no tendrá la influencia de ideas fugaces y negativas sobre lo que es respeto. Sentirá que la sumisión al ego es el estado más deshonroso que hay y el preocuparse por los demás es el más admirable. Cuando lo admirable se convierta en el motivo de la gente para la acción, el mundo será un gran lugar para vivir.
Gracias por sus clases, Despues de mucho tiempo sigo disfrutando de lo aprendido de forma creciente. y seguimos por la escalera.