El 8 de marzo de 2009, durante la crisis financiera conocida como la Gran Recesión, Mark Vitner, economista de Wachovia Corp, describió las economías revueltas del mundo, con mucho acierto: “Es como intentar juntar los huevos revueltos. No se puede hacer tan fácilmente. No sé siquiera si se puede hacer en absoluto”, dijo a CBS News.
En estos días, cuando el mundo lucha con dificultades en la cadena global de suministro y hay productos básicos vitales estancados en el mar, por meses, algunos expertos sugieren que hagamos precisamente eso. Pero desde 2009, las economías están más enredadas y la idea de separarlas es aún más irreal.
No se puede ir en contra de la evolución y la evolución avanza hacia una mayor complejidad, no menor. Esto es cierto en todos los niveles: mineral, biológico y social. Como resultado, la sociedad humana es más compleja y enredada y la economía, que es su reflejo, sigue el mismo camino.
La razón por la que no vemos esa congestión y alteración en la naturaleza es que, aparte de la gente, los demás elementos siguen su instinto. El resultado es un flujo armónico, un ciclo de vida continuo e ininterrumpido y todo evoluciona en sincronía con su entorno.
La humanidad funciona exactamente al revés. Nos esforzamos por elevarnos por encima de nuestro entorno, no en sincronía con él. Intentamos llegar a la cima del montón, ser más rápidos, más altos y más fuertes que los demás. Cuando todos los países, empresas e incluso personas (hasta cierto punto) intentan hacerlo, se produce una congestión en los nodos y todo se atasca.
En otras palabras, somos testigos del resultado de nuestra propia actitud egoísta. Si todos, en la sociedad humana, hubieran trabajado en armonía, como lo hacen los demás elementos de la naturaleza, no habría congestión y todos tendrían lo que necesitan, cuando lo necesitan y tanto como necesitan.
Además, dado que somos competitivos, no nos satisface tener lo que necesitamos, queremos tener más que los demás, incluso negarles lo que necesitan, no podemos deshacer nuestras economías. Nuestro deseo de golpear a los demás nos une a ellos, porque su dolor es nuestro placer y no podemos trabajar sin placer. Hacerlo es ir en contra de la naturaleza humana y no podemos hacerlo, al menos no a largo plazo.
Si vamos a organizar la cadena de suministro, debemos tener clara nuestra interdependencia. Tenemos que empezar a vernos a nosotros mismos como una unidad, donde el beneficio de uno es el beneficio de todos y todas las partes contribuyen al bienestar de todas las demás.
Así funciona nuestro propio cuerpo, todo organismo funciona así. Sin este enfoque, la vida no sería posible. Cuando actuamos en contra del elemento fundamental que hace posible la vida y el desarrollo, condenamos a nuestra sociedad a la muerte y a la decadencia.
Una vez que reconozcamos cómo funciona la naturaleza y cómo lo hacemos nosotros y que lo mejor, es cambiar, podremos dejar de perturbar el sistema económico global y comenzar a sincronizar nuestras acciones. En términos más simples, seremos más considerados.
En la actualidad, puede que no nos guste la idea de que necesitamos pensar en los demás y no sólo en nosotros mismos, pero si no empezamos a ver la verdad hoy, el enredo global empeorará hasta el punto en el que ya no podremos satisfacer las necesidades básicas de la vida diaria.
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