Con las armas nucleares rusas en alerta máxima, el peligro de una catástrofe nuclear se volvió muy real. Todo el mundo sabe que, si ocurriera ese desastre, nadie ganará y los resultados serán horrendos para toda la humanidad, pero el ego no conoce fronteras. Cuando la gente está enfocada en su propia victoria, nada la detendrá, ni siquiera su propia muerte física.
Pensamos en la guerra como un choque entre dos (o más) entidades físicas, países o jefes de Estado. Pero, una guerra es un proceso mucho más profundo que un conflicto de intereses o una lucha por el poder. Lo que impulsa las guerras, especialmente hoy, es el ego y el ego no cede ante nada, sólo se escucha a sí mismo.
La fuerza que crea es una fuerza de equilibrio, armonía y generosidad. Así posibilita la creación de vida, la evolución de creaciones cada vez más complejas, que sobreviven gracias a la colaboración e interdependencia de todas sus partes. Por eso, la vida requiere armonía y apoyo mutuo.
El ego es exactamente lo contrario: es una fuerza que sólo se ve a sí misma, piensa sólo en sí misma y sólo se preocupa por sí misma. El único momento en que el ego se relaciona con los demás es cuando puede explotar o dañar y afirmar su superioridad. Como resultado, el ego es opuesto a la vida.
Cuando dos o más egos chocan, se crea un conflicto violento o una guerra. Una guerra entre egos puede terminar cuando uno es derrotado o cuando ambos están demasiado agotados para seguir y acuerdan «hacer las paces». En verdad, la «paz» es sólo una tregua, que durará hasta que un ego siente que se recuperó lo suficiente como para tener el poder de aniquilar al otro, en ese momento, reanuda la lucha. Y si se requiere demoler reactores nucleares o usar armas nucleares para derrotar al enemigo, el ego las usará con facilidad. No tiene nada que ver con quién está en el poder. Nadie es justo cuando se trata del ego; todos somos villanos en potencia, esa es la naturaleza humana, comportarse así.
El padre de mi maestro, el gran cabalista y pensador Baal HaSulam, en la década de 1930, escribió sobre la insaciabilidad del ego. En su trascendental ensayo «Paz en el mundo», escribió: «En palabras simples, diremos que la naturaleza de todos y cada uno, es explotar todo los demás en el mundo, en beneficio propio y si da a otros, es sólo por necesidad, Incluso así, hay explotación, pero se hace con astucia, para que el otro no lo note y ceda de buena gana”. Además, añade, “siente que todo el mundo debe estar bajo su gobierno y en su propio beneficio privado. Es una ley inquebrantable. La única diferencia está en la elección de cada uno: uno elige explotar por riqueza, otro por poder y el tercero por respeto. Pero, si pudiera hacerlo sin mucho esfuerzo, aceptaría explotar el mundo por los tres juntos: riqueza, poder y respeto. Sólo se ve obligado a elegir, según sus posibilidades y capacidades”.
Hace noventa años, cuando Baal HaSulam escribió estas conmovedoras palabras, la Segunda Guerra Mundial y los horrores que trajo consigo aún no sucedían. Hoy, ¿puede alguien razonable dudar del poder del ego, para destruir todo lo que se esté en su camino?
No creo que la guerra en Ucrania lleve a una guerra mundial ni al uso de armas nucleares. Al menos no lo parece ahora. Sin embargo, si no aprendemos a usar el ego constructiva y no destructivamente, no hay duda de que estaremos en esa horrible situación por tercera vez. Y si no aprendemos la lección, incluso una cuarta guerra sería posible.
Para evitar la destrucción total, debemos aprender nuevos valores: que la conexión y la unidad son más importantes que cualquier forma de separación y enemistad. Así como, actualmente, nuestro entorno nos enseña a odiar y esforzarnos por dominar, debemos construir un entorno que enseñe lo contrario.
No soy educador y no tengo la intención de detallar específicamente cómo se debe hacer. Lo único que sé es que, a menos que aprendamos a conectarnos y a preocuparnos realmente por nuestro prójimo, nos destruiremos unos a otros.
Si optamos por la guerra, dice Baal HaSulam en otra composición cardinal, “Las bombas harán lo suyo y los sobrevivientes, las reliquias que queden después de la ruina, no tendrán más remedio que hacer el trabajo, donde ni los individuos ni las naciones trabajarán para sí, más de lo necesario para su sustento y todo lo demás que hagan, será en beneficio de los demás” (Los escritos de la última generación, primera parte).
Gran verdad!!! Lograr que ese monstruo estúpido y rabioso marche al parejo de lo que he aprendido, siento y quiero. Es mi tarea de no sólo hoy sino de cada instante. Muchas gracias. DIOS los bendiga grandemente.