Cuando la sociedad se desmorona, no es porque un lado esté equivocado y el otro tenga razón; es porque ninguno quiere unirse. Por naturaleza, queremos que desaparezca todo lo que no nos agrada. Si piensas diferente a mí, te quiero fuera de mi vida y preferiblemente, fuera de la existencia. Este es el pensamiento natural de cada uno, en diversos grados. Pero la naturaleza no nos dotó solo de esta naturaleza; también nos dio la capacidad de pensar y de elegir.
La naturaleza nos dotó de la capacidad de observar y aprender que nada existe a menos que su opuesto apoye su existencia. El planeta Tierra, por ejemplo, se mantiene en órbita gracias al equilibrio entre la atracción gravitacional del Sol y la fuerza centrífuga que lo aleja de él. Del mismo modo, nuestra vida gira en torno a las horas de oscuridad y luz y nuestra visión se basa en el rango entre ver todos los colores juntos, eso crea el color blanco y ningún color, que crea el color negro. Calor y frío, hambre y plenitud, atracción y rechazo, amor y odio, todos son opuestos que hacen de la vida lo que es.
Lo opuesto de la vida no se niega ni se refuta mutuamente; ¡se habilita y complementa entre sí! Si tan sólo pudiéramos darnos cuenta de que, como es en toda la realidad y como es con nosotros, así fuera con nuestros semejantes, imagina el mundo inclusivo y acogedor que tendríamos. Imagina la riqueza que disfrutaríamos si pudiéramos abrazar la diversidad de colores, razas, creencias, inclinaciones, perspectivas y todas nuestras diferencias y complementarios.
Imagina también el mundo aburrido y estancado que sería si todo fuera igual. No desarrollaríamos el pensamiento porque no tendríamos necesidad de articular un punto de vista. No desarrollaríamos la imaginación, pues nada nos estimularía ni intrigaría. Perderíamos nuestra creatividad, vitalidad y ganas de vivir. De hecho, incluso debemos nuestro odio feroz y el placer de entregarnos a la justicia propia, al hecho de que hay personas que son diferentes a nosotros ¿qué haríamos si no existieran?
La conclusión es que necesitamos ver más allá de las diferencias y ver la totalidad que las engendra y que las diferencias mantienen la integridad. Cuando aprendamos que la vida, su significado y su continuidad dependen de la persistencia de lo que odiamos, de que valoraremos la realidad que lo creó todo, podremos construir el amor por la totalidad por encima del odio por las partes Hasta entonces habrá paz y felicidad.
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