Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

No hay ningún lugar seguro para los judíos, a menos que nosotros lo formemos

judíos antisemitismoMientras el Estado de Israel celebraba el Yom HaShoah (Día de la Memoria del Holocausto), miles de musulmanes se reunieron en el Monte del Templo de Jerusalén y corearon consignas pidiendo la masacre de los judíos. Esto plantea la dura cuestión de, si Israel puede seguir considerándose refugio para los judíos, en un momento en el que múltiples informes constatan cifras récord de incidentes antisemitas en todo el mundo. 

Se calcula que el 1 de mayo, al final del mes sagrado musulmán del Ramadán, unos 150,000 fieles musulmanes participaron en oraciones masivas en el Monte del Templo. Algunos aprovecharon la ocasión para marchar y gritar «Khyber, Khyber al-Yahud«, un llamado a la aniquilación de los judíos, como el asesinato en masa que tuvo lugar en la batalla de Khyber del año 629 de la era cristiana. 

Resulta amargamente irónico que esto ocurra después del Holocausto, de décadas de inmensos esfuerzos por frenar el antisemitismo y nada menos que en Jerusalén, la capital del Estado judío, el mismo Estado concebido como patria y refugio seguro para los que escaparon del odio y la persecución, sólo por ser judíos.

Esto debería recordarnos que es inútil buscar un lugar en el que la gente no odie a los judíos, porque no lo encontraremos ni siquiera en Israel. Lo que deberíamos buscar es el modo de transformar el odio entre judíos en amor, construir un lugar común de conexión. Al hacerlo, el mal y el rechazo de las naciones del mundo y de nuestros vecinos será sustituido por amor.

Tenemos que entender que si no fuera por el odio de las naciones del mundo hacia nosotros, hace mucho tiempo habríamos dejado de ser un pueblo diferente. Es decir, los judíos, la más pequeña y destacada de las minorías, habría desaparecido entre las naciones. 

Desgraciadamente, nos comportamos como hermanos sólo en momentos difíciles. Sólo cuando nos presiona el odio contra nosotros, nos sentimos obligados a acercarnos.

Sucede así, porque, de acuerdo con nuestras raíces, no fuimos fundados con los denominadores comunes de zona de residencia, relaciones familiares, origen, color, sino como un conglomerado de pueblos diferentes. 

Por eso, no hay inclinación ni cercanía natural entre nosotros; tenemos que trabajar en ello conscientemente. Y es importante que no debemos esperar a que los demás nos obliguen. 

Como advirtió el cabalista Yehuda Ashlag, Baal HaSulam, en sus escritos de 1940: «Incluso lo poco que nos queda del amor nacional, no se nos inculca positivamente, como a las naciones. Más bien, está en nosotros de forma negativa, es el sufrimiento común que todos padecemos por ser miembro de la nación. Esto imprime en nosotros conciencia y proximidad nacional, como compañeros de sufrimiento». Y añadió: «Su medida de entusiasmo sólo alcanza para una efímera excitación, pero sin el poder ni la fuerza para reconstruirnos como una nación que se sostenga. Esto se debe a que una unidad que se deba a una causa externa, no es en absoluto unidad nacional». 

Nuestra única alternativa es superar nuestras diferencias y unirnos. El fenómeno del antisemitismo se revela en el mundo como respuesta natural para recordarle al pueblo de Israel, por qué existe en el mundo. Nuestra única opción y escudo para defendernos del odio es poner en práctica nuestra misión de ser «luz para las naciones», eso sólo puede lograrse con nuestra unidad. Simple y llanamente, sólo en la medida en que nos conectemos por encima del rechazo y del odio, podremos disfrutar de paz y tranquilidad. 

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Publicado en: Judíos, News

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