Siempre ha habido odio en el mundo, pero no siempre ha habido racismo. Hoy, a medida que la cuestión del racismo y la igualdad racial se vuelven cada vez más prominentes, es fácil ver su potencial destructivo. Para evitar caer en la violencia extrema, mucho peor de lo que ya hemos visto, debemos entender de dónde viene el racismo y qué podemos hacer al respecto. Si jugamos bien nuestras cartas, podremos, no sólo mitigar el odio, sino convertirlo en una hermosa unión de razas que se apoyen y complementen recíprocamente.
Cuatro tipos indelebles
Según la sabiduría de la Cabalá, hay cuatro tipos básicos (arquetipos) de deseo, más su raíz u origen. La raíz de todos los deseos se llama Kéter, los cuatro tipos son Jojmá, Biná, Zeir Anpin y Maljut. Puesto que hay cuatro tipos básicos, todo en nuestro mundo, también, se divide en cuatro divisiones o tipos y, su raíz.
La especie humana no es diferente; hay cuatro razas: blanca (europea), amarilla (asiática), negra (africana) y roja (continente americano). Originalmente estas razas se ubicaron en cuatro continentes diferentes, hasta que comenzaron a migrar de un continente a otro y a fusionarse.
Las cuatro razas provienen de diferente tipo básico de deseo, por eso, sus conflictos no pueden resolverse por medios ordinarios. A medida que evolucionan los cuatro tipos, sus características únicas se vuelven cada vez más diferentes. Juntos, crean un todo perfecto, pero cuando ignoras su singularidad y finges que son todos iguales, involuntariamente reprimes su evolución. Aquí es cuando la ira y la enemistad comienzan a brotar. Y cuando una raza odia a otra, lo llamamos «racismo«.
Para resolver el racismo, debemos volver a permitir que cada raza desarrolle su potencial al máximo. De otra forma, resultará en odio y violencia. Separar de nuevo las cuatro razas, en cuatro continentes diferentes, no sólo no es práctico, tampoco es deseable, porque sólo cuando los cuatro tipos se conectan correctamente, sus conexiones permiten que cada raza exprese completamente sus rasgos únicos.
Los cuatro tipos no deben ser iguales; pero deberían complementarse. Sólo cuando funcionan como una unidad, formada por cuatro subunidades que se complementan, podemos ver los méritos de cada subunidad y ver que son esenciales para la prosperidad de todo el organismo de la humanidad.
Por lo tanto, la idea no es separar a las razas, sino unirlas de forma que, por un lado, mejore su singularidad y por el otro, que esa singularidad refuerce su conexión. Resulta que, si la unidad de todas las razas es tu objetivo principal, puedes tener éxito. Es decir, nuestro objetivo es unir a la humanidad en una entidad única y saludable, cuyas partes se complementen positivamente y el instrumento para lograr este vínculo, es expresar la singularidad de cada raza, pues, cada una contribuye con lo que sólo esa raza puede dar al resto de la humanidad.
Lo que es cierto para las razas es cierto para la gente
No solo las razas son únicas. Todo en la naturaleza es único y ciertamente, cada persona lo es. Para crear una humanidad verdaderamente satisfecha y feliz, debemos establecer las condiciones para que cada uno sienta que puede realizar su potencial y contribuir al mejoramiento de la humanidad. Una vez que hagas del bienestar de la humanidad tu prioridad, puedes confiar en que todos harán todo lo posible para contribuir a ese objetivo. Para hacerlo, cada uno debe sacar lo mejor de sí mismo, ser consciente de su potencial y cualquiera que desarrolla su potencial, es un ser humano feliz.
De manera sucinta, no necesitamos ser lo mismo; necesitamos ser diferentes, pero trabajar por el mismo objetivo que es la felicidad y el bienestar de la humanidad.
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