Cuando quedó claro que la COVID-19 se extendía por todo el mundo, cada país cerró sus fronteras y confinó a su gente en su hogar, prometiendo que todo terminaría en dos meses (¿recuerdas que aún querían celebrar los Juegos Olímpicos de Tokio en julio?). Pero ahora está claro: no hay alivio a la vista, pues las plagas de langostas, el hambre y los terremotos están dando a la humanidad, golpe tras golpe tras golpe.
La naturaleza es una maestra persistente; no cejará hasta que nos rindamos y aceptemos cambiar. No nos envió estos tormentos sin razón. Por generaciones, nos hemos comportado de forma abusiva con los demás y con la naturaleza. Por décadas, hemos recibido advertencias constantes de que habíamos ido demasiado lejos con la cultura del «Yo, yo, yo» y que debíamos cambiar. No quisimos escuchar. Al final, la naturaleza tuvo que detenernos y decirnos «¡Quédate en casa!»
Pero tan pronto como la naturaleza comenzó a calmarse y a mostrarnos su belleza, cuando el aire y el agua comenzaron a despejarse, volvimos a la “normalidad”. Pudo haber sido «normal», pero ciertamente, no fue correcto.
Así que ahora, la naturaleza decidió intensificar sus medidas: nos envía enjambres de langostas de proporciones bíblicas, como algunos periódicos la llamaron. Hambre y sed como nunca antes habíamos visto, pero su demanda no cambia en absoluto: piensen en los demás, digan «Nosotros» antes de decir «Yo» y todo estará bien.
Este enfoque de «Nosotros» es el paradigma que dirige a la naturaleza; No podemos ser excluidos. La única razón por la que sufrimos ahora, es porque pensamos que podemos seguir nuestro propio camino por separado.
Al final, la naturaleza nos enseñará que si queremos sentirnos bien, primero debemos hacer que los demás se sientan bien. Esa es la única condición de la naturaleza para que nuestra vida sea el Cielo en la Tierra. Podemos adoptar esta mentalidad y permitir la aparición de la felicidad en este momento, o probar algunas tácticas egoístas más antes de tirar la toalla. Puede que no tengamos libre albedrío, pero tenemos toda la libertad del mundo para elegir la felicidad.
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