Un economista me comentó un dicho sobre economistas: dicen mañana lo que sucedió ayer.
Con el mundo ahogándose en un torbellino de crisis financieras y económicas, necesitamos economistas que puedan decirnos no sólo lo que sucedió, también lo que sucederá en el futuro y lo más importante, qué hacer al respecto. Los economistas que muestran gráficas elegantes, distribuidas en múltiples pantallas, que hablan de modelos, sin decirnos qué debemos hacer para detener la avalancha económica mundial, no valen nada. No los necesitamos.
Los economistas tienen mucha exposición en horario de máxima audiencia, los usan para decirnos lo que sucede. Pero no necesitamos que nos digan lo que está pasando, porque ya lo sabemos, nos sucede a nosotros. Necesitamos que nos digan qué hacer y aquí todos se quedan en silencio.
Es como tener un experto en microeconomía que me dice cómo organizar mi casa. Confío en ese economista, pero de repente descubro que no puedo comprar esta comida o ese electrodoméstico o que no puedo pagar las clases extracurriculares de mis hijos, ¿Cómo me relacionaría con un “economista” así?
Esto es lo que ocurre a nivel macro. En lugar de buscar un agujero suficientemente profundo para esconderse, los economistas sermonean con condescendencia a los simples mortales, sobre el porqué no hay fórmula para bebés en los estantes de los supermercados, por qué la inflación se está disparando y por qué la gasolina cuesta más por galón. (En Israel, por cierto, es el doble de caro que en EUA).
El propósito de la economía es anticipar lo que podría suceder y de igual importancia, decir cómo prepararse. Claramente, hay eventos impredecibles. Por eso, estos expertos deberían incluir preparativos para lo impredecible en sus modelos y aconsejar a los que formulan políticas, para que se preparen. Así, cuando llegue una recesión, no estaremos indefensos ni nos sentiremos desventurados como estamos ahora.
Los economistas deben trazar la línea, establecer los límites y advertir lo que la humanidad no puede darse el lujo de hacer, por sus consecuencias. Cuando los economistas demuestren que pueden crear modelos que garanticen estabilidad para la humanidad o al menos para un país, deberían dejar el puesto de consejeros y unirse a las filas de los formuladores de políticas.
Como tal, serán muy poderosas porque podrán influir en nosotros en el punto más sensible: nuestro estómago. Si un economista de confianza advierte que mañana nos quedaremos sin cereales o sin agua, todos escucharán. Pero, si lo único que hacen es imprimir informes gruesos en papel brillante, sus informes no valen el precio del papel en el que están escritos.
Puedo contar mi dinero en el banco, suponiendo que lo tenga. No necesito economistas para eso. Pero, necesito que me digan dónde se está desequilibrando el mundo y qué hacer al respecto, porque eso influirá en mi cuenta bancaria en el futuro.
Si los economistas se sintieran responsables de lo que está pasando y lamentaran no haber avisado a tiempo, podrían disculparse. Pero si siguen en el asiento del comentarista y no se sienten responsables del bienestar del mundo, no tiene ningún sentido tenerlos.
Debido a la crisis Mundial ni siquiera los economistas saben lo que va suceder mañana , ellos no pueden ni tienen como predecir nada , todo viene cayendo ya sea bajo las fuerzas del bien o del mal , se enteraron que llovió porque había goteras.El Mundo va a escuchar y tendrá que elegir seriamente.