Apenas a dos días de haber sido informados sobre la terrible masacre ocurrida en la lejana y tranquila Nueva Zelandia, y aquí en Israel, somos abatidos con un lamentable atentado en la zona de Ariel. En Nueva Zelandia crece la solidaridad y se escuchan promesas sobre el cambio de leyes de posesión de armas y el aumento de la supervisión de las mismas. En Israel vuelven a escucharse las voces que demandan realizar un tratamiento de raíz de las infraestructuras del terror y lamentablemente, hay quien hace uso de las víctimas de los atentados como material de propaganda y debate político.
Ningún líder, ni en Israel ni en Nueva Zelandia, señala al factor fundamental que produce tales eventos terroristas uno tras otro. No hay ni una mención en las redes sociales referente al verdadero terrorista: el ego humano al cual debemos vencer.
Hasta que no pongamos nuestra atención en él, en la naturaleza egoísta que crece y nos separa, este seguirá dirigiéndonos hacia una realidad extrema y sangrante. El ego continuará causando fricciones y nos incitará a una fiera violencia entre sectores, partidos y naciones enteras, y no solo mediante atentados letales con tiroteos locales alrededor del mundo.
Hoy en día, puede explotar una guerra mundial en cualquier momento. Nuestro mundo se encuentra en una maraña de interdependencia compleja y comprometedora que no es posible desbaratar. La sociedad es global e integral y une países, economías y culturas. Diariamente se va revelando la mutualidad entre las partes de la naturaleza, incluyendo la humana, como una ley inviolable.
Mientras siga creciendo el ego y esquivando el foco del factor central del problema, sufriremos más y más. Seguiremos sintiendo esta falta de equilibrio mientras siga abriéndose ese abismo profundo entre la percepción egoísta estrecha que existe en la sociedad humana y la ley de mutualidad global que nos gobierna; mientras no restrinjamos al ego -en Israel, en Nueva Zelandia y en cualquier país que se encuentra en esa brecha-, la sociedad humana seguirá saliendo del equilibrio y el sufrimiento nos obligará a considerar la ley de mutualidad que nos rige. Esto no es un castigo sino una reacción natural por parte de las leyes de la naturaleza.
No solo eso, sino que en Nueva Zelandia y en el resto de las naciones del mundo, la comprensión que señala a la conexión entre los hombres por encima del ego que nos divide se aclarará, como la única solución y el único medio efectivo, más que cualquier espada, robo, matanza y destrucción en el mundo entero. En el subconsciente de la humanidad se consolida una exigencia antisemita inexplicable hacia el pueblo que tiene el método de la unión: el pueblo judío.
Los antiguos sabios judíos escribieron: “ningún desastre ocurre sino para Israel” (Talmud, Yabamot 63). Rav Kuk escribió: “todo estruendo en el mundo llega principalmente para Israel” (Cartas del Rayiá). En las correcciones de El Libro del Zóhar está escrito claramente: “Los judíos son la causa de la pobreza y la espada y el asalto y la matanza y las destrucciones en el mundo entero” (Tikún 30).
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