Parece que desde que Jeremy Corbyn fue elegido líder del partido laborista británico, el antisemitismo ha cobrado fuerza y ha pasado de estar en un segundo plano al centro de la vida en el partido. Súbitamente, el partido y su líder se encuentran envueltos en una tormenta por los mensajes antisemitas en Facebook, por las expulsiones de ida y vuelta con readmisiones de miembros del partido abiertamente antisemitas (los cuales niegan serlo al tiempo que se reafirman en sus mensajes antisemitas), y otras inapropiadas expresiones de prejuicios y sentimientos contra los judíos o Israel.
Algunos ejemplos destacados acerca de esto: Haaretz, el periódico de izquierdas más importante de Israel,citó el editorial en portada del Jewish Chronicle –“El laborista parece ser un partido que atrae a los antisemitas como moscas a un ciénaga”. La BBC publicó que “el partido laborista ha suspendido por segunda vez a un miembro que lanzó tuits antisemitas”. La Sra. Kirby, la protagonista de la información de la BBC, es una de las mencionadas personas que fueron expulsadas del partido y posteriormente readmitidas.
Un ejemplo un tanto diferente, aunque no menos desconcertante, es el caso de Bob Campbell, que fue –o no– expulsado del partido. En este caso, él no niega las acusaciones de haber publicado en Facebook que el Mossad está dirigiendo el DAESH, o que Israel está detrás del atentado terrorista del pasado mes en Bruselas. Lo que sí que niega es las declaraciones del partido laborista confirmando su expulsión.
Por si fuera poco, está también la lista de enemigos judíos del Sr. Corbyn, los comentarios de Gerry Downing y el sitio web del que forma parte, Socialist Fight, donde se habla de “caza de brujas por parte de los sionistas” que intentan eliminar el antisemitismo en el partido, así como el recién descubierto hervidero de ideas antijudías: la prestigiosa Universidad de Oxford.
Cuando uno observa el pujante antisemitismo en los partidos liberales del Reino Unido, EE.UU., Suecia, y de Europa en general, cada vez es más evidente que los partidos liberales –defensores de la libertad de pensamiento y de expresión– están manifestando lo que sus miembros realmente sienten. Hasta ahora, el antisemitismo con frecuencia llegaba camuflado como antisionismo. Ha habido clamorosas acusaciones de violación de los derechos humanos y crímenes de guerra lanzadas contra Israel, pero nunca han provocado la misma indignación los conflictos en Sri Lanka, Sudán, o Ruanda; ni siquiera los conflictos en Siria e Irán. Como Jonathan Freedland, periodista en The Guardian, concluyó: “[Los judíos] se preguntan: ¿qué tiene el único país judío del mundo que es capaz de convencer a sus más acérrimos detractores de que es mucho más perverso que cualquier otro país?”. No debemos llevarnos a engaño: estas personas no sienten predilección por los judíos. No en vano, el ex alcalde de Bradford (y miembro del partido laborista hasta su renuncia obligada tras el asunto que trataremos más adelante), afirmó que Hitler mató a “seis millones de sionistas”.
La libertad de expresión es magnífica, y también la defensa de la diversidad de opiniones. Sin embargo, es preciso señalar que son frecuentemente utilizadas como excusa para deslegitimar a un grupo en concreto –los judíos– y a un país en concreto –el estado judío–.
Universidades de todo el Reino Unido y los EE.UU. se están escudando en la libertad de expresión para lanzar opiniones antisemitas y atacar a Israel a la vez que se silencia agresivamente a todo aquel que desee expresar la opinión contraria. Y lo más preocupante: son muy pocos los que lo ven como una injusticia. Esto es un indicador de que hay un giro en la opinión pública hacia las posturas antisemitas, aunque la mayoría de la gente (¿todavía?) no lo expresa.
Así que, respondiendo a la pregunta planteada en el título, no hay ningún problema en el partido laborista en concreto: no es más que un reflejo de lo que una gran mayoría piensa. En mi opinión, la pregunta que realmente deberíamos hacernos es “¿qué podemos hacer al respecto?”.
En “Por qué la gente odia a los judíos” explico la importancia de la unidad entre judíos. Es obvio que la unidad fortalece. Pero en el caso de nuestra nación, es algo más que una defensa
contra los enemigos: se trata de un mensaje que debemos transmitir. Si algo he aprendido de todos mis estudios es que nos culpan de todas las guerras porque nos perciben como belicistas, y esto se debe a los eternos conflictos entre nosotros.
Cuanto más indagaba nuestra situación, más consciente era de que nuestros sabios siempre han tenido razón. Empecé a ver lo lejos que estábamos de la forma en que nuestros antepasados resolvían sus conflictos: “A pesar de que Beit Shamay y Beit Hillel estaban enfrentados, se trataban con cariño y amistad, para mantener lo que estaba escrito (Zacarías 8): ‘Amor, verdad y paz’” (Masejet Yevamot).
Me parece que, antes de que podamos acabar con el antisemitismo, debemos acabar con nuestra propia desunión. La diversidad de opiniones es algo maravilloso, pero cuando provoca que nos odiemos unos a otros, es un catalizador del odio al judío.
El mundo se está convirtiendo en un lugar cada vez más interconectado e interdependiente. No obstante, puesto que las personas no tienen ningún deseo de unidad, cada vez sienten más odio unos hacia otros. Además de fundamentalismo religioso, hay un claro elemento de misantropía en la oleada de terrorismo que se cierne sobre nosotros.
Debemos mostrar unidad al mismo tiempo que no suprimimos nuestras diferencias; de otro modo se nos culpará de futuros conflictos tan rápida y automáticamente como ocurre hoy. Y el acoso a los judíos se intensificará, ya que precisamente los partidos con una arraigada libertad de expresión se situarán a la cabeza de los lobos sedientos de sangre.
A lo largo de la historia judía, los líderes han defendido la unidad judía, pero también la diversidad. El rabino y lord Jonathan Sacks escribió: “Las diferencias, las discusiones, los choques de estilo y sustancia, no son señales de división malsana, sino de salud”, al tiempo que afirmaba que, precisamente, nuestra unidad permite la diversidad. Y yo creo que si aprendemos a unirnos por encima de nuestras diferencias, nuestros logros pueden ser ilimitados, incluida la desaparición del antisemitismo. Me gustaría concluir con otra cita del elocuente rabino Sacks: “La unidad judía existe como ideal. ¿Por qué entonces no habría de existir como una realidad?”.