Si este incidente no hubiera sido confirmado por la aerolínea, podría pasar fácilmente por una noticia falsa. Aparentemente, dos pilotos que volaban en un vuelo comercial lleno de pasajeros, se enfrentaron a la pregunta de «pelear o volar» en pleno vuelo, en la cabina y eligieron «pelear». Según un informe de AP, “En junio, dos pilotos de Air France fueron suspendidos después de pelear físicamente en la cabina de un vuelo Ginebra-París, dijo un funcionario de Air France el domingo”. Peor aún, no pudieron dejar de pelear hasta que “intervino la tripulación de cabina y un miembro de la tripulación pasó el vuelo con los pilotos”. Gracias a la intervención de la tripulación, el avión aterrizó sano y salvo.
Hay más de esa aerolínea. El informe de AP también describe un incidente de “una fuga de combustible en un vuelo de Air France desde Brazzaville en la República del Congo a París en diciembre de 2020”. Los pilotos desviaron el avión, “pero no cortaron la energía del motor ni aterrizaron lo antes posible, como lo requiere el procedimiento de fuga. El avión aterrizó sin problemas en Chad, pero [la agencia de investigación aérea de Francia] advirtió que el motor podría haberse incendiado”.
Me pregunto qué más se necesita para que nos demos cuenta de que el ego se apoderó de nuestra vida, manipula nuestro sentido común y nos lleva al desastre. Si gente responsable de cientos de vidas no puede controlar su ego mezquino y está dispuesta a perder, no sólo su propia vida, sino también la vida de cientos de personas bajo su responsabilidad, ¿en quién podemos confiar?
¿Cuántos desastres y guerras más pasarán antes de que entendamos que somos nuestro peor enemigo, que debemos corregir nuestro ego? ¿lo haremos hasta que la tragedia nos toque personalmente? Con toda probabilidad, en ese momento, será demasiado tarde para corregirnos, porque no estaremos presentes para hacerlo. ¿No deberíamos empezar ahora que todavía estamos aquí y podemos cambiarnos a nosotros mismos?
La única forma de corregir la creciente aversión mutua es, reconocer que nuestro enemigo no es el copiloto ni ningún otro retador, sino nuestro propio ego. Y la única forma de luchar contra el ego es precisamente, mi esfuerzo por conectarme con mi retador. En otras palabras, todo lo que el ego pinta como malo, lo desvío hacia el bien.
Sé que no es fácil, sé que suena imposible; pero también sé que suena imposible, porque el ego quiere que pensemos que es imposible. Una vez que comencemos a trabajar juntos, descubriremos que nada es más fácil y agradable que vincularnos con los demás.
Me pregunto qué habrían pensado los pasajeros de ese vuelo si hubieran sabido lo que sucedía en la cabina, mientras se sentían seguros y despreocupados. Me pregunto qué pensará ahora que lo saben. Pero, sobre todo, espero que esta increíble historia se convierta en una llamada de atención, que demuestra hasta dónde puede llevarnos el ego si le permitimos tomar decisiones por nosotros.
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