Ser judío y ser “elegido” no es un título nobiliario, sino la definición de una misión de servicio a los demás. La nación judía no fue creada en beneficio propio, sino para dar ejemplo de las ventajas de la unidad.
Si los judíos nos odiemos entre nosotros, no cumplimos con nuestra misión y en el proceso, no damos al mundo la oportunidad de unirse y comprender que, la unida es vital para nuestra supervivencia en esta era de desconcierto.
Mientras más entendamos nuestra vocación, más problemas y agonía implacable nos ahorraremos. Podemos aniquilar las amenazas contra nosotros, cuando nuestras conexiones sean inquebrantables y por encima de lo que nos separa, de otra forma, nuestros enemigos nos aniquilarán sin piedad.
Pero, si cumplimos con nuestra misión y con unidad y amor, llevamos felicidad al mundo, las naciones se unirán a nosotros y nos ayudarán, como está escrito: “Así dice el Señor Dios: He aquí que yo alzaré mi mano hacia las naciones y hacia los pueblos levantaré mi estandarte; traerán a tus hijos en brazos y tus hijas serán llevadas sobre hombros” (Isaías 49:22).
El pueblo judío tiene la responsabilidad de conocer el sistema en el que los judíos existían en el pasado, cuando se practicaba la conexión por encima de las diferencias. El “pueblo elegido” es el que se esfuerza por unir y conducir a la humanidad por el camino de cohesión y solidaridad y es modelo a seguir para la humanidad.
El nombre mismo de “Pueblo de Israel” indica nuestra misión como judíos. En hebreo, “Israel” es combinación de las palabras Yashar [directo] y Él [Dios] o sea, directo al Creador. Además, como se ya dijo, la palabra “judío” se deriva de la palabra Yehudí, que significa unido, luchando por la unidad. Por eso, el pueblo judío se estableció sobre esta base, que caracteriza su misión y sus metas futuras.
Dado que los judíos no son una nación común, sino una nación con una responsabilidad, que exige que sus miembros cumplan, nuestros esfuerzos por fusionarnos con la sociedad a expensas de nuestra unidad, nunca han tenido éxito, todos han fracasaron dolorosamente.
A pesar del odio feroz y los conflictos sangrientos que ocasionalmente estallaron en el pueblo, lo único que mantuvo unidos como nación a nuestros antepasados fue, comprender que todos los crímenes entre ellos, surgieron para que los cubrieran con amor y mantuvieran su obligación con el mundo. El Libro del Zóhar (Beshalaj) dice: “Todas las guerras en la Torá son por paz y amor”. Si lo olvidamos, de inmediato dejamos de ser la nación de Israel y nos convertimos, una vez más, en piezas dispersas de las tribus eclécticas de las que venimos.
Debemos ver que nuestro poder judío real, tanto para proteger a nuestras comunidades como para contribuir con el mundo, reside en nuestra capacidad de unirnos por encima de las diferencias y la sabiduría para hacerlo, es más que un simple mecanismo de defensa contra amenazas y para salvaguardar al pueblo. Está profundamente arraigada en nuestros valores y herencia fundamentales.
Está escrito: “Cuando Israel se une, no hay límite para sus logros” (Noam Elimelej, Pijhas). Yehuda Leib Arie Altar (Admor de Gur) también lo expresa en su libro Sefat Emet: “En verdad, todo depende de los hijos de Israel. En la medida en que se corrigen, las creaciones los siguen. Como los estudiantes siguen a su Rav [maestro] que se corrige a sí mismo… de manera similar, la Creación sigue a los hijos de Israel”. 1
La misión importante del pueblo judío, también aparece en Shem MiShmuel: “La intención de la creación es que todos sean un solo grupo… pero se echó a perder. La corrección comenzó en la generación de Babilonia, es decir, la corrección de la unión y ensamblaje de la gente que siguió a Abraham…La corrección final será cuando todos se conviertan en un solo grupo”.2
De forma similar, lo escribió Rav Abraham Kook: «La vocación de Israel, siendo la nación del Señor, está presente, completa, evidente, perdurable y activa en el mundo, es un testimonio válido para las generaciones futuras, que complementa la forma de la raza humana, preserva sus características y las eleva por peldaños de santidad que le corresponden, según lo determinado por el Señor. Y dado que nuestra vocación está siempre vigente, acompañando a la vocación del conjunto de la Naturaleza —cuya ley es completar todas las creaciones y llevarlas al ápice de la perfección— debemos custodiarla devotamente con nuestra vida, que se preserva dentro de ella, para toda la humanidad y su desarrollo moral, cuyo destino depende del destino de nuestra existencia».3
1) Yehuda Leib Arie Altar (Admor de Gur), Sefat Eme𝘵 [Lenguaje de la verdad], Shemot [Éxodo], Yitroo [Jethro].
2) Rabino Shmuel Bornstein, Shem MiShmuel [Nombre de Samuel], Haazinu [Presta atención], 𝘛𝘈𝘙𝘈𝘗 (1920).
3) Rav Abraham Isaac HaCohen Kook (Raaiah), A. “La vocación de Israel y su nacionalidad” (apareció en 𝘏𝘢𝘗𝘦𝘭𝘦𝘴, una revista rabínica), (Berlín, Alemania: 1901), cap. 1, 26.
Basado en el libro, Auto odio judío: el enemigo interno – vista general del antisemitismo judío, del doctor Michael Laitman.
#judíos
Excelente mensaje doctor Laitman
Mi respeto hacia el Estado de Israel y lo que significa ser Yehudi.