Ya sea bungee jumping, paracaidismo, otros deportes extremos, atracciones en parques temáticos e incluso películas de terror, queremos sentir el límite, ver que nos sobreponemos y alcanzamos un estado más allá de nuestras capacidades.
Disfrutamos del estado. Hay placer en sentir un cierto nivel de control sobre el miedo.
El placer de tener control sobre el miedo se hace más fuerte que el instinto de miedo que aflora.
Cuando el miedo nos domina, se siente como si penetrara cada célula del cuerpo, hasta la médula de los huesos. Por eso, el placer de sentir cierto nivel de control sobre el miedo, es muy poderoso .
Pero, si sintiéramos que la vida tiene un propósito superior y eterno y, tratáramos de alcanzar ese propósito, no sentiríamos la necesidad de estos placeres transitorios, sin importar cuán fuertes sean.
Tampoco temeríamos, porque veríamos que estamos controlados por la fuerza superior, que sólo desea desarrollarnos para beneficiarnos con su cualidad eterna y perfecta de amor, otorgamiento y conexión.
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