Los residentes del sur de Israel tienen razón en protestar. Ellos demandan tranquilidad, y yo estoy de acuerdo con su dura crítica contra el liderazgo de Israel. La disposición a permanecer en sus refugios para permitir un ataque temporal que les devuelva la vida normal demuestra lo hartos que están.
Israel debe dar un golpe decisivo a la infraestructura del terror en la Franja de Gaza: exigir que Hamas desmantele sus armas y detenga su dominio en tierra. Para aplastar el terror por completo, y evitar que levante su cabeza. De esta manera, por lo menos, obtendremos una relativa tranquilidad en los próximos años y permitiremos que los niños en el sur vayan a dormir sin miedo.
Desafortunadamente, la ronda de cohetes actuales nos ha demostrado una vez más lo que hemos aprendido a lo largo de la historia: una organización yihadista sólo entiende por la fuerza. Ellos no están interesados en llegar a un acuerdo o una reconciliación con nosotros. No importa si levantamos el cerco, abrimos la frontera, habilitamos la infraestructura, presionamos para obtener ayuda internacional o inyectamos millones de dólares en efectivo. Por lo tanto, no tenemos más remedio que responder con tal fuerza que paralizará la habilidad de Hamas para hacernos daño.
No estoy llamando a la guerra, y ciertamente no a dañar a la población inocente de Gaza. Pero mientras estemos en medio de una batalla en curso, debemos responder con toda severidad y mantener la ventaja; como está escrito, «el que viene a matarte, levántate temprano para matarlo primero».
La debilidad de nuestro liderazgo revela hasta qué punto su visión ha sido distorsionada al tratar continuamente de convencer al mundo de que Israel es moral y justo. El mundo, sin embargo, no está impresionado. Al contrario, los medios internacionales continúan pintando una imagen falsa de la realidad en Israel. Sólo hay que echar un vistazo a la prensa europea, por ejemplo, observar los titulares que retratan a Israel como el agresor, después de un día con casi 500 cohetes disparados contra civiles israelíes. Por lo tanto, lo que el mundo piensa no puede ser tomado en consideración por nuestros líderes.
No hay duda de que la próxima ronda será más dolorosa. Dimos un paso serio hacia atrás, contra nosotros mismos y contra la seguridad de nuestros niños. Hamas, por otro lado, está celebrando su éxito en provocar un terremoto político en Israel, después de la renuncia del ministro de defensa. Ellos -y el mundo entero- han llegado a la conclusión de que Israel es débil.
Sin embargo, relaciono nuestra debilidad con un solo factor: la falta de fundamento espiritual en el pueblo de Israel. A diferencia de cualquier otra persona o nación en el mundo, nosotros estamos obligados a luchar en dos frentes: el físico y el espiritual. Tenemos que proteger la seguridad de nuestros residentes y defender nuestras fronteras con gran fervor; y al mismo tiempo, debemos atacar nuestra división a toda costa. Esta es la verdadera guerra para Israel.
Todos participamos en el frente espiritual, y en este momento hemos sido tomados por sorpresa. Debemos poner un alto al fuego entre nosotros. Este es el fuego que invita a nuestros enemigos a entrar en nuestra casa y hacer lo que quieran.
Todos nosotros, sin excepción -líderes y soldados, políticos y ciudadanos, de la derecha o de la izquierda, religiosos y laicos-, debemos estar atentos contra el enemigo dentro de nosotros, la serpiente que nos separa unos de otros. Solamente cuando unamos fuerzas contra nuestra propia división, volveremos a despertar el fundamento espiritual de nuestro pueblo.
De acuerdo a la sabiduría de la Cabalá, la conexión espiritual entre nosotros es nuestra única salvación. Con ella construiremos un muro contra nuestros enemigos. Y el mundo entero está esperando inconscientemente el poder que se encuentra en la unidad de Israel. Incluso Hamas.