En EUA y en occidente, la educación en casa está en aumento desde hace varias décadas, pero los años 2020-2021 trajeron consigo un aumento en el número de niños que reciben educación en casa. En marzo de 2021, casi 5 millones de niños de educación básica aprendieron desde casa, el doble que en 2019 y casi el 9% de niños en edad escolar de EUA. No es de extrañar por el pésimo estado del sistema educativo. Si queremos que los niños sean felices cuando asisten a la escuela, debemos renovar todo el paradigma de la educación.
Un ensayo titulado “Educación en casa: la investigación”, publicado el 1 de julio de 2021, demuestra que el fenómeno no es exclusivo de una religión, raza, etnia, nivel de ingresos o algún nivel de escolaridad en particular. Según el ensayo, “Hay una amplia variedad demográfica de gente que se educa en casa: ateos, cristianos, mormones, conservadores, liberales, familias de ingresos bajos, medios y altos; afrodescendientes, hispanos y blancos; adultos con doctorados, universitarios, con o sin diplomas de secundaria”.
La educación en casa ha ido ganando popularidad, no porque la gente esté interesada en enseñar a sus hijos. Este crecimiento es, ante todo, el testimonio del colapso del paradigma existente. No es sorprendente que al forzar un sistema educativo, diseñado durante la revolución industrial, con el objetivo de alfabetización básica para operar máquinas, sea una receta para el desastre.
Es más, el sistema educativo, realmente no educa. Da algunos conocimientos, pero no hace nada en términos de cultivar las habilidades sociales ni las relaciones humanas de los niños. Los niños de todas las edades, en edad escolar, son blanco fácil de intimidación, drogas, abuso de sustancias, violencia y depredación sexual, en el lugar donde deberían ser protegidos y cuidados. En una atmósfera así, no pueden aprender adecuadamente, al contrario, desarrollan habilidades de supervivencia, en lugar de habilidades educativas. Muchos de sus problemas emocionales no vienen del entorno doméstico ni de su personalidad, sino del ambiente estresante e intimidante al que se ven sometidos en la escuela.
Para muchos padres, ese estrés en sus hijos es inaceptable y optan por sacrificar parte de sus ingresos para tomar las riendas de su educación. Como muestra la investigación, a pesar de su falta de experiencia como docentes, los resultados de sus esfuerzos superan a los del sistema tradicional que estaba destinado a ser profesional y superior a los padres que enseñan a sus hijos.
Cuando los niños se sienten encarcelados en la escuela, no pueden prosperar. En casa, donde se sienten libres, pueden hacerlo mucho mejor incluso con menos asistencia profesional.
Sin embargo, no creo que la educación en el hogar sea el método de educación ideal. Los niños deben estar entre compañeros de su edad. Además, no todos los padres son profesores adecuados, así como no todas las personas son las indicadas para una actividad específica, sólo gente que tiene cualidades de educador y que está naturalmente dispuesta, debería participar. Sin embargo, el sistema debe ser uno que satisfaga las necesidades de los niños y no uno que los obligue obedecer lineamientos creados hace siglos y que no se ajustan al modo de pensar, sentir, percibir el mundo o simplemente no coincide con sus aspiraciones.
En ausencia de un sistema con requisitos educativos mínimos y habilidades para las relaciones humanas, la educación en el hogar es el menor de los males. Sin embargo, como dije, en el futuro no será la forma correcta de educar a los hijos.
La crianza de los niños debe hacerse en grupos pequeños, niños y niñas separados, pues los entornos mixtos causan muchos problemas. Además, debería haber más conexión entre la escuela y los padres, discutir más lo que los niños quieren, necesitan y aprenden. Además, los niños deben aprender de acuerdo con su interés de aprendizaje preferido, lo que más les conviene e interesa.
Hay un dicho en hebreo: «Enseña al niño según la manera del niño». Es decir, debido a que cada niño tiene atributos y cualidades únicos, cada niño debe aprender de acuerdo con esas características. Así, los niños crecen sintiéndose satisfechos y realizados.
Por último, pero no menos importante, está la cuestión del aprendizaje social. Dado que pasamos gran parte de nuestro tiempo interactuando con otros y dado que todo el tiempo aprendemos unos de otros, la escuela debería dedicar gran parte del tiempo a programas educativos para el desarrollo y enseñanza de habilidades en relaciones humanas. Para que sean adultos productivos y seguros, los niños deben aprender a comunicarse de manera positiva y asertiva entre ellos. Esto les ayudará en el trabajo, en casa, con sus propios hijos y dondequiera que se comuniquen con su entorno.
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