Me dijeron que antes de morir, Steve Jobs, cofundador y director ejecutivo de Apple, escribió una carta en la que reflexionó sobre la vida. Dice: “Atesora el amor por tu familia, el amor por tu cónyuge, el amor por tus amigos. … Dios nos dio los sentidos para que sintamos amor en el corazón, no las ilusiones provocadas por la riqueza. La riqueza que gané en mi vida, no puedo llevarla conmigo. Lo que puedo llevar son sólo los recuerdos del amor. Esa es la verdadera riqueza que te seguirá, te acompañará, te dará fuerza y luz para seguir”.
De hecho, antes de morir, el hombre puede sentir algo de verdad. La muerte que se acerca le hace renunciar a su ego y le permite ver la verdad.
Hay un límite entre cuidarse uno mismo y emerger a un reino completamente diferente, donde hay amor desbordante. El ego nos impide encontrarlo, porque siempre ve hacia adentro, hacia lo que tengo y lo que puedo ganar, más que hacia lo que realmente está ahí afuera. Por eso, cuando se hace a un lado, nos damos cuenta de lo que perdimos en la vida, perdimos el mundo lleno de amor que existe a nuestro alrededor.
El ego «muere» justo antes de que el hombre muera. Liberados de sus grilletes, ahora podemos darnos cuenta de que realmente no amamos ni sabemos qué es el verdadero amor. Es un triste momento de ajuste de cuentas, cuando vemos que en la vida, sólo pensamos en nosotros.
Hay quienes aconsejan a la gente en su lecho de muerte -yo mismo lo he presenciado- que en ese estado debemos beber, fumar, divertirnos y tomar todo lo que podamos de la vida, mientras podamos. Este enfoque puede ser honesto, pero no creo que traiga felicidad.
Debemos recordar que el alma nunca deja de evolucionar; sigue desarrollándose, incluso después de la muerte física. Por eso, darme cuenta del verdadero significado del amor, que amar no es sentir mi propia existencia, sino que vivo para el bien de los demás y que satisfacerlos me hace feliz, entenderlo no tiene precio y es eterno.
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