Muchos griegos antiguos temían una pregunta que Sócrates a menudo hacía: “¿No te da vergüenza cuidar el dinero, la fama, los honores y no cuidar tu alma, no pensar en ella para que sea lo mejor posible?
Alcibíades, discípulo de Sócrates, político y estratega de esa época, tenía una turbulenta relación de amor y odio con Sócrates, decía que Sócrates lo hacía sentir avergonzado e incluso deseaba su muerte.
En nuestra visión egoísta normal del mundo, donde cada uno desea verse en mejor posición que los demás, si alguien señala nuestros defectos, en principio queremos que ese alguien y los defectos desaparezcan.
El deseo de fama, dinero y poder deberían, al menos, ser secundarios, pues son parte integral de la vida. El principio aquí es que, lo primero que deberíamos aprender, deberían ser los asuntos del alma, esto plantea la pregunta ¿por qué, en general, la gente no se involucra tanto en asuntos del alma, como lo hace en asuntos del cuerpo?
Porque la gente no sabe qué es el alma ni cómo desarrollarla y no quiere involucrarse en un tema tan difícil y complicado de comprender. El alma está en contra de nuestra naturaleza egoísta que constantemente desea beneficio y comodidad para nosotros mismos.
Sin embargo, podríamos preguntar: “Si no deseamos ocuparnos del alma, ¿por qué hay tantas prácticas espirituales en el mundo?” La respuesta es que la gente inventa trucos para envolver a Dios entre sus dedos. En otras palabras, nuestra naturaleza egoísta, que da prioridad al beneficio propio por encima de todo, construye visiones del mundo que nos hacen pensar que haremos una u otra cosa a cambio de conquistar nuestro ego, a la naturaleza y a Dios.
Los asuntos del alma que, en última instancia, es lo más importante en la vida, contradicen nuestra naturaleza egoísta. Por eso, si nos ocupamos seriamente de los asuntos del alma, encontraremos que no progresamos en nuestros asuntos mundanos.
¿Cómo podemos determinar si tenemos o no deseos de ocuparnos de los asuntos del alma? Comienza con un sentimiento de que la vida carece de significado y propósito verdaderos. Si sentimos esa carencia existencial, caracterizada por la pregunta: “¿Cuál es el sentido de la vida?” podremos trabajar en su satisfacción. Ese deseo, finalmente, nos lleva a dar prioridad a los asuntos del alma, eso nos dará la sensación de que descubrimos el significado, el propósito y la fuente de la vida, un sentimiento en el que nuestro corazón y nuestra mente se fusionan.
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Doctor Laitman, estoy leyendo su libro La Luz de la Kabbalah y me encuentro con un Galimatías que significa un lenguaje oscuro por la impropiedad de la frase o por la confusión de las ideas. Creo que no hay salvación para el pobre, con tanto obstáculo para acercarse al Creador.