¿Las redes sociales que usas están hechas con buenas intenciones? Para nada. Una investigación reciente de la BBC muestra el meticuloso trabajo necesario para hacer que las aplicaciones de las redes sociales sean lo más adictivas posible y para que un tercio de la población mundial que las utiliza no se de cuenta del problema: su exposición inadvertida a la manipulación de una industria poderosa dedicada a crear, en beneficio financiero propio, una dependencia similar a la que causan las drogas.
Las redes sociales fueron creadas deliberadamente para influir en nuestras emociones, preferencias, decisiones, impulsos, energía, capacidad de atención e interacciones. Los principales expertos en tecnología hablan de que se ha convertido en un proceso bien establecido para penetrar nuestra mente y nuestro bolsillo. «Es como si estuvieran tomando cocaína conductual y la rociaran por toda la interfaz, eso es lo que te mantiene visitándolas una y otra vez», dijo Aza Raskin, ex ingeniero de Silicon Valley, en el informe de la investigación británica.
Sean Parker, presidente fundador de Facebook, también admitió públicamente que el propósito de la compañía es que el usuario consuma el mayor tiempo posible, «explotando la vulnerabilidad de la psicología humana». Esto es lo que llevó al diseño de características de autovalidación, como el botón «me gusta» que le da a los usuarios, en palabras de Parker, «un pequeño golpe de dopamina», estimulándolos a publicar más y más contenido.
El “pulgar hacia abajo” para la desconexión
La cultura de hoy nos mide por la popularidad de lo que publicamos, como si definiera quiénes somos y lo que realmente valemos. Esto crea un hábito compulsivo de revisar nuestro celular con demasiada frecuencia e ignorar a las personas que están frente a nosotros. En particular, la generación joven es la prueba viviente de este vínculo de comunicación roto. La comunicación verbal con contacto visual y lenguaje corporal se ha diluido en favor de abstraernos en el celular, tocarlo con los pulgares y enviar imágenes y frases cortas llenas de emojis. Este comportamiento afecta negativamente el desarrollo social de niños y jóvenes y se ha encontrado que tiene relación con depresión, ansiedad, inseguridad sobre nuestra apariencia física y soledad en la juventud.
Es una encrucijada. Se supone que las redes sociales crean más interacción humana para aliviar la soledad y la depresión, pero es lo contrario, la gente que pasa mucho tiempo usando las redes sociales como sustituto de la conexión personal se siente más aislada, deprimida y ansiosa.
Constantemente nos comparamos con los demás, nos sentimos presionados y obsesionados con la idea de mostrar nuestra imagen perfecta de éxito y satisfacción, pero en la vida real hay un vacío profundo que empeora con esta realidad artificial.
¿Qué podemos hacer? Hay tanta dependencia hoy a las redes sociales que desconectar a todos a la vez sería contraproducente. Aumentarían el crimen, la violencia, el abuso de drogas y los suicidios, porque nuestra capacidad humana, prácticamente, ya fue secuestrada.
Lo que se necesita es un proceso integral de rehabilitación social. Debe hacerse poco a poco, hasta que se convierta en una red social alternativa y positiva, una que se enfoque apropiadamente en la naturaleza humana y promueva relaciones cálidas y de apoyo, en vez de ser un lugar siempre abierto a la calumnia y crítica voraz.
Encontrar el módem en nuestro corazón
¿Cómo podemos transformar las redes sociales en un espacio de conexión humana real, que una a la gente sin que tenga que competir por tener más “Me gusta” y “Compartir”? Podemos hacerlo enfocándonos en el poder de la amistad y la unidad en el centro de las relaciones humanas positivas.
La naturaleza funciona de manera tal que equilibra todas sus interacciones. Por ejemplo, las células y órganos del ser humano se enfocan en el bienestar de todo el cuerpo y cada parte recibe lo que necesita para dar lo que puede en beneficio del cuerpo en su totalidad. Nosotros también podemos conectarnos con este poder positivo de amistad y unidad si consideramos el beneficio de los demás y de toda la red humana de la que formamos parte. Sólo necesitamos usar la tecnología y los medios disponibles con más sabiduría y aprender a enlazarnos de manera positiva a este sistema interconectado.
Pero, ¿cómo lograr un objetivo tan elevado teniendo en cuenta que la naturaleza humana es innatamente egoísta, es decir, tiene como objetivo su propio beneficio a expensas de los demás? Tenemos que darnos cuenta de que cualquier innovación tecnológica que no logre hacer avanzar a la humanidad a una conexión positiva mayor la perjudica. Las organizaciones que pueden influir en la difusión de las redes sociales, incluidos los gobiernos, harían un buen servicio a la sociedad si investigaran los efectos nocivos de las plataformas sociales y las regularan, para evitar un mayor daño no sólo a nuestra vida privada sino también a nuestro bienestar general.
No estamos diseñados para procesar información como computadoras ni para guardarla como un servidor en la nube del internet. Al activar el módem en nuestro corazón, permitiendo una comunicación más profunda y significativa, experimentaremos una conexión más positiva y una vida social mucho más satisfactoria.
En pocas palabras, las redes sociales en su forma actual no nos conectan de manera transcendente, aunque sí revelan las consecuencias de nuestras relaciones egoístas. Por lo tanto, podemos aprender de los problemas de la situación actual y comenzar a avanzar hacia un cambio positivo. Ese despertar del público sería un paso hacia una transformación real. Podemos comenzar esta transformación masiva vislumbrando el futuro y tomando medidas preventivas para evitar que las redes sociales hagan un lavado de cerebro más intenso y para esforzarnos por un profundo «lavado de corazón» global.