Los anuncios influyen en nosotros porque las empresas estudian lo que nos gusta y crean anuncios que destacan nuestros deseos, despiertan nuestro apetito usando diversas técnicas de engaño y ocultamiento.
Por ejemplo, si deseamos un celular, los anunciantes nos muestran qué es exactamente lo que necesitamos y queremos y que debemos pensar y analizar el iPhone.
Luego nos alimentan con anuncios que muestran hombres triunfadores y mujeres hermosas usando iPhones, eso desencadena nuestro deseo de aceptación social y respeto y sentimos que también queremos uno.
En otras palabras, la publicidad nos manipula psicológicamente e influye en nosotros, no sólo para que deseemos el producto anunciado, sino que también deseemos los sentimientos y percepciones mejorados de nosotros mismos, que la publicidad nos implanta. En el caso del iPhone, no sólo lo deseamos, también queremos triunfar, vernos hermosos, afortunados y bien vestidos y que estamos entre otros que también son así.
Estamos hechos de deseos. Nuestros deseos individuales, independientemente de nuestra participación en la sociedad, son los de alimentación, sexo y familia. Más allá de esos deseos, tenemos deseos sociales que surgen de participar con los demás: dinero, respeto, fama, control y conocimiento. Y aún más allá, tenemos un deseo espiritual que nos hace cuestionar el sentido y el propósito de la vida.
Tenemos la capacidad natural de satisfacer nuestros deseos individuales y sociales sin necesidad de publicidad. Pero, los anunciantes crean ciertas formas e imágenes para satisfacer esos deseos en los segmentos de la sociedad. Nos investigan y nos venden productos que no necesitamos.
Si los productos fueran esenciales, no requerirían publicidad. Por ejemplo, ¿necesitamos anunciar pan, a la gente que sufre hambre?
En la Unión Soviética, donde crecí, no había publicidad, porque no había nada en los estantes de las tiendas. Nadie luchaba para comprar nada. Al mismo tiempo, en EUA, había mucha publicidad, porque había sobreproducción de bienes y el objetivo de los anuncios es hacer que la gente compre.
Aunque actualmente el deseo espiritual está aflorando en cada vez más gente y exige respuesta a las preguntas existenciales más fundamentales de la vida: ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿quiénes somos? ¿de dónde somos? ¿dónde estamos? ¿a dónde vamos? ¿qué es la realidad? y ¿por qué hay tanto sufrimiento en el mundo?
Las respuestas a estas preguntas no se pueden empaquetar como productos que podamos comprar por impulso ni requieren que los anunciantes nos engañen para que queramos comprarlas. En cambio, esas respuestas requieren sabiduría, educación y un método que nos guíe con principios y consejos, para aplicarnos a nivel de pensamiento, deseo y acción y en conexión con los demás, para avanzar hacia un nivel superior, el nivel de consciencia.
Por eso, a medida que nuestras necesidades requieren una satisfacción más profunda para nuestro deseo espiritual, las demandas de la gente gradualmente se alejan de los niveles en los que actúa la publicidad. Hoy necesitamos cada vez más sabiduría, un método, principios y consejos para navegar en una era donde el nuevo deseo espiritual seguirá surgiendo en cada vez más gente.
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