La generación joven vive en la era más liberal. Pueden comunicarse a través de infinitas aplicaciones para conseguir sexo casual. Pueden encontrar casi en cualquier sitio de entretenimiento con quién finalizar la jornada. Consumen la “pastilla del día después” para acabar con un embarazo que pudo haber comenzado y están acostumbrados a usar preservativos para evitar enfermedades venéreas. A pesar de esto, la generación joven mantiene menos relaciones sexuales.
La revista “Atlantic” dedicó un número especial a este fenómeno mundial llamado “recesión sexual”. En un extenso artículo de 12,665 palabras, la revista describió las razones principales de este fenómeno: las posibilidades de entretenimiento y estímulo que ofrece internet, produce una disminución del deseo de intimidad sexual. El uso frecuente de las aplicaciones para citas ha generado falta de legitimidad del flirteo con posibles parejas en sitios públicos. Además de esto, fenómenos que caracterizan a la generación actual: depresión, ansiedad, baja autoestima, falta de sueño y distracciones, que reprimen el deseo de mantener relaciones íntimas.
A todo esto debemos agregar el alto porcentaje de consumo de pornografía; la revolución #metoo que provocó miedo y falta de espontaneidad en los hombres, el temor de las mujeres de ser abusadas físicamente, la indistinción del género, la liberalización en las relaciones homosexuales, la convención social de casarse a los cuarenta, la tendencia a vivir con los padres y evitar tener hijos: todo esto produce un conjunto de condiciones que han llevado a un descenso del 40% en la actividad sexual de la juventud en los últimos veinte años.
No obstante, en lugar de señalar la represión en las relaciones sexuales como un problema debemos verlo como un fenómeno evolutivo que ocurre en la actualidad en el género humano.
La fuerza que motiva al hombre es el ego. La fuerza de voluntad que provoca al hombre priorizar solamente sus necesidades personales y evitar sentir las del prójimo. Un instinto que difiere entre el hombre y el nivel animal. Cuanto más crece el ego, más aísla al hombre de relacionarse con el prójimo, a no ser que el individuo tenga un interés creado para su propio beneficio. Hoy en día, el ego ha alcanzado su máxima potencia y actúa para liberar a la persona de cualquier compromiso posible, incluso de conectarse basándose en las relaciones sexuales.
El crecimiento del ego es radical y más profundo que el fenómeno de la reducción del deseo de mantener relaciones sexuales. Este fenómeno tiene implicaciones más grandes respecto al hombre y al género humano. Más allá de los datos de la disminución en las relaciones sexuales, existe una recesión también en la pasión del flirteo entre los sexos. El impulso de caer bien al otro, el deseo de embellecerse y atraer a los que nos rodean para que se interesen en nosotros, ha perdido importancia. De hecho, estamos perdiendo el combustible humano y significativo que nos activa en la vida: la materia que nos da sabor, color, motivo. El libro de sabiduría ‘Midrash’ dice: “entre un hombre y una mujer, su nombre está compuesto de la palabra fuego, que es la fuerza que activa el mundo”.
En toda persona existe una necesidad imperiosa de recibir atención. Muchos de los actos y los pensamientos del hombre surgen de la necesidad consciente e inconsciente de impresionar a la mujer. Él necesita recibir atención de forma indirecta. En cambio, las mujeres necesitan ser cortejadas directamente por parte del hombre, recibir una atención cálida que puede expresarse en un piropo o un acto a su favor. No obstante, debido a que el egoísmo ha crecido tanto y ha profundizado las diferencias entre nosotros, hemos perdido la capacidad humana natural de desarrollar relaciones correcta entre los sexos.
Así como un bebé que pasa por etapas naturales, necesarias e importantes para su desarrollo, así también nosotros debemos pasar dichas etapas con base a la sabiduría de la naturaleza. Toda la naturaleza se halla en una danza armoniosa entre la parte masculina y la parte femenina, entre el positivo y el negativo, entre la exhalación y la aspiración, entre el semen y el óvulo, entre el electrón y el protón, entre la marea baja y la marea alta; dos partes opuestas en la creación, que se hallan entre sí en una comunicación incesante en todos los niveles de la naturaleza y crean vida en una variedad de formas nuevas.
En ese movimiento mutuo entre el masculino y el femenino, se encuentra la mente de la naturaleza. Si adquirimos esta mente, discerniremos entre los roles específicos que tiene el masculino y los roles específicos que tiene el femenino. Veremos que están arraigados profundamente a nuestra biología, ocurren en nuestra fisiología y se expresan en nuestra psicología. Aceptaremos que quizás es posible borrar las diferencias entre los sexos, pero es imposible hacerlas desaparecer.
Además, el borrar las diferencias entre femenino y masculino a nivel social y cultural crea un trastorno en nuestra percepción de la realidad. Así como las diferencias entre la oscuridad y la luz, el hambre y la saciedad, lo amargo y lo dulce, crean un significado de la vida, también debemos mantener las diferencias entre los sexos a nivel humano. Borrar las diferencias entre los sexos a manera de competencia, allana y perjudica inevitablemente nuestra capacidad de analizar y cambia el modo en el que desciframos la realidad.
Por lo tanto, si continuamos a la deriva con nuestro ego que crece constantemente, y no paramos para desarrollar una concientización sobre nuestro estado, en un futuro cercano nos encontraremos en una realidad en la que los bebés serán creados en un laboratorio, la gente desarrollará relaciones principalmente con robots y la conexión humana irá desapareciendo gradualmente.
¿Quién es una persona sabia? Aquel que ve lo que ha de nacer. Debemos ver de antemano el escenario que se está consolidando, y adelantarnos preparándonos a través de la educación, además de elevar la concientización para restaurar el equilibrio en las relaciones humanas, a partir del núcleo familiar, a través del entorno social y hasta la colectividad mundial.
La crisis sexual que se está descubriendo tiene el propósito de llevarnos a un paso más hacia adelante. Lo que ocurre entre los animales de manera instintiva debe ocurrir con nosotros de forma consciente. La educación para superar el ego y la evolución a un nuevo nivel intelectual y emocional, nos impulsará hacia una fusión interna y especial entre lo masculino y lo femenino, a una relación profunda, espiritual, que no anula ninguna cualidad ni corrompe ningún género.
Tal conexión es la que nos hace falta. Las mujeres son más sensibles por naturaleza y necesitan más de un relación de este tipo, y en los hombres también existe una demanda por lograr una unión espiritual elevada que la naturaleza nos ha planificado. El Libro del Zóhar dice: “El humano es la inclusión del masculino y el femenino. Al conectarse el masculino y el femenino, se forma el humano”. Esa conexión restaurará el equilibrio entre el masculino y el femenino en todos los niveles de una relación, también en las relaciones sexuales.