Hay un importante motivo por el cual el socialismo fracasó estrepitosamente en el pasado. Y las mentes jóvenes de hoy deberían tenerlo en cuenta.
Cada vez son más los Millennials norteamericanos que están hartos del capitalismo y preferirían vivir en un país socialista. Esa es la tendencia que pone de manifiesto una encuesta realizada el mes pasado por YouGov y la Fundación en Memoria de las Víctimas del Comunismo: los Millennials han sido el único segmento de edad de los EE.UU. que prefiere el socialismo al capitalismo.
¿Por qué los Millennials estadounidenses se sienten atraídos por el socialismo? Cuando uno piensa en las abusivas deudas estudiantiles, las altas rentas, los salarios estancados y la inseguridad laboral, ¿cómo no iba a aparecer el socialismo en sus mentes como posible solución a todas estas tensiones, a todos estos sistemas con los que tienen que sufragar cada una de sus necesidades?
Los Millennials indican un cambio de espíritu en la sociedad
En las últimas tres décadas, ha habido un cambio significativo en las placas tectónicas subyacentes al espíritu humano. El espíritu del «sueño americano» de los Baby Boomers se ha transformado en el de los Millennials, y es esencialmente diferente: mientras el Baby Boomer luchaba por una prosperidad futura, el Millennial se conforma con lo que es conveniente en el presente.
Las posesiones para las que solíamos ahorrar y nos tomábamos tiempo en adquirir ahora las tenemos disponibles un instante después de pensar en ellas. Nuestro deseo de ser reconocidos y admirados públicamente ya no necesita la aprobación de especialistas o directivos, sino que puede materializarse inmediatamente en las redes sociales. Para ser «inteligente» hoy no hace falta memorizar y retener la información, como solíamos hacer incesantemente en el pasado. Nuestros dispositivos tecnológicos son «inteligentes», y nuestra imagen está ligada a cuán hábiles somos utilizando toda esta tecnología en nuestro beneficio.
Esa es la singular paradoja socioeconómica de la generación de los Millennials: ya no se trabaja arduamente y durante mucho tiempo para conseguir lujos, sino necesidades. Gracias al desarrollo tecnológico hemos hecho que los frutos de la riqueza -la admiración pública y el conocimiento- estén a disposición de todos y no haya que pelear por ellos. Y sin embargo, la lucha de los Millennials hoy es llegar a fin de mes con los gastos alimenticios, la vivienda, la educación, la cobertura sanitaria y el cuidado de los hijos.
El resultado natural de este proceso es que el socialismo surja en la mente de los Millennials: «¿Por qué tengo que partirme la espalda solamente para poder llegar a fin de mes?”.
Dónde se queda corto el socialismo
Pude experimentar el «socialismo» soviético de primera mano durante mis años como universitario, y estoy seguro de que a los Millennials les interesaría escuchar la primera parte de la historia que les puedo contar: un gobierno que descarga el peso que las personas llevan a hombros, que cuida de todas sus necesidades básicas, y proporciona a todos alimentos a precios asequibles, la vivienda, la educación, el transporte, la cobertura sanitaria y el cuidado de los hijos.
Pero, ¿cuál es el otro lado de la historia?
El socialismo no tiene en cuenta el estado predeterminado de la naturaleza humana: la necesidad fundamental de llenarse a uno mismo antes que cualquier otra persona. Lo cierto es que la gente no desea vivir su vida para beneficiar a otras personas. Cualquier esfuerzo de más que uno haga dentro de un sistema socialista no rinde un superávit directo, e incluso aunque podamos ver que todos estaríamos mejor en una sociedad comunal, no podríamos renunciar a nuestra ganancia individual. Nuestra propia naturaleza no nos lo permite.
Por lo tanto, las personas carecen de motivación para trabajar en beneficio del conjunto general. El enfoque soviético a este problema era que la gente se tragara todo aquello y esperar a que estuvieran agradecidos en un futuro. Pero luego, incluso sus impulsores cayeron en esa misma motivación, y el sistema implosionó con una violencia y sufrimiento inimaginables.
Cómo los Millennials pueden impulsarnos hacia una sociedad mejor
Todo depende de que las personas quieran beneficiar a otras personas. Las personas deben estar orgánicamente motivadas para contribuir a la sociedad, y desear que todos sean felices y se sientan seguros. Esa no es nuestra naturaleza predeterminada y, desde luego, no es donde está la sociedad ahora.
Sin embargo, existe en potencia. Todo el mundo está de acuerdo con la teoría de las ideas de igualdad, altruismo, consideración mutua y amabilidad, pero en la práctica, estas ideas no pueden imponerse a la fuerza, sino que deben empapar gradualmente el espíritu humano y cambiarnos desde dentro, especialmente si hablamos de una estructura social que las ponga en práctica.
Si comenzamos a participar con regularidad en programas que fomenten las conexiones, podríamos desarrollar nuestro potencial natural para la conexión humana. Creo que el comienzo más pragmático de esto podría hacerse con nuestros hijos. La preocupación por su futuro puede ser nuestra motivación para trabajar por una sociedad mejor. Y con nuestros esfuerzos educando a la próxima generación para que tengan una mayor conexión social, nosotros, los adultos, también acabaríamos siendo influenciados positivamente en este proceso. Podríamos, de ese modo, propiciar el comienzo de un ambiente que apoyara los ideales de conexión que nos llevarían a cambios prácticos y equilibrados en nuestra sociedad.