Necesitamos trabajar para conectarnos y servirnos unos a otros, como está escrito, “Vayan y vivan unos de otros”.
Nuestra vida está organizada de modo que estamos obligados a conectarnos: yo te doy y tú me das. Por ejemplo, yo te doy zapatos, tú me das ropa y otro me da pan y vino y otros dan tal o cual cosa.
Y vemos que, por necesidad de supervivencia, estamos hechos para comunicarnos.
A medida que, con el tiempo, nuestros deseos crecen, desarrollamos más y más bienes y servicios que nos conectan cada vez más. Este proceso de creciente interconexión e interdependencia es una corrección subconsciente a la que nos sometemos.
Necesitamos saber por qué se desarrolla este proceso de la manera en que lo hace y en última instancia, hacia dónde nos lleva. Por el momento, vemos que, a lo largo de la historia, el desarrollo de nuestros deseos, desde pequeños e individuales de comida, sexo y familia, hasta deseos cada vez más egoístas en los que usamos a otros en beneficio propio -deseos sociales de riqueza, honor y poder- nos llevan a sentirnos cada vez más insatisfechos.
El ego humano que desea beneficio a costa de los demás, encuentra formas cada vez más sofisticadas de cavar su propia tumba. En otras palabras, el progreso científico, tecnológico y cultural nos lleva a no poder satisfacer las crecientes demandas del ego y quedamos vacíos.
¿Qué queremos realmente de todo este proceso?
Nuestro deseo real es sentir el significado de la vida. Aunque constantemente perseguimos placeres pasajeros que se nos escapan de los dedos, nuestro anhelo más íntimo es sentir una vida eterna y perfecta.
Inconscientemente nos olvidamos de la vida, para no pensar en su final, porque es terrible pensar que dejamos todo lo que hicimos. E hicimos todo lo posible para mantener el cuerpo animal. ¿Por qué vivimos así? ¿cuál es el punto? Al menos el animal no lo pregunta.
Resulta que la vida sin respuesta sobre su sentido último, es inútil, insignificante y vacía, peor que la vida de los animales. Al menos los animales no sufren por indagaciones existenciales. Y nosotros, para no dejar que nos molesten las preguntas sobre el significado y el propósito de la vida, constantemente tratamos de involucrarnos con todo tipo de juguetes.
No hay un final feliz para nuestros deseos egoístas, pero por encima del ego, sí hay una vida feliz. El propósito de ver que el ego nos lleva a un callejón sin salida es para que, gracias a la impotencia de tratar de satisfacer los deseos egoístas, lleguemos a sentir la necesidad cada vez más fuerte de descubrir el significado de la vida -una vida eterna y perfecta.
Y estaremos dispuestos a cambiar nuestro enfoque egoísta de tratar de satisfacer nuestros deseos a expensas de los demás, a un nuevo enfoque: dejar de trabajar sólo en beneficio propio y ante todo, trabajar en beneficio de los demás.
Cambiar el lugar donde sentimos placer, de adentro hacia afuera, es la clave para descubrir el significado de la vida: una nueva percepción que está totalmente conectada con la realidad circundante, donde la totalidad se expande eternamente y donde sentimos perfección y plenitud.
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