Tenemos la idea de que nuestros objetivos deben ser simples, claros y estar por escrito. Pero, si realmente avanzamos hacia la meta final de la vida, el de lograr equilibrio con las leyes de amor, otorgamiento y conexión positiva de la naturaleza (que la sabiduría de la Cabalá describe como “adhesión con el Creador”), no tenemos ni simplicidad ni claridad. Estaremos en un caos constante, enfrascados en interminables escrutinios y exámenes. Tan pronto como resolvemos algo, de inmediato encontramos nuevos desafíos.
Incluso en las metas corporales más importantes, podemos ver ese impulso. Es decir, hay ejemplos de gente que ha inventado o hecho descubrimientos científicos de cosas que la humanidad nunca vio ni imaginó y en general, pasó por muchos altibajos, hasta lograrlo.
Por eso, si estamos en el proceso de desarrollo hacia nuestra meta final como seres humanos, estamos en estados continuos de agitación y limpieza. Mientras más nos desarrollamos, más surgen en nosotros deseos, dudas y pensamientos. Y nos preguntamos, cómo encontrar realmente el propósito de la vida.
Una vez lo dibujé como un sistema de coordenadas, donde una persona camina a lo largo de una línea sinusoidal, progresa hacia la meta de la vida gracias a rupturas crecientes. El dibujo mostró que, una y otra vez, tenemos que tocar fondo para poder ascender y desarrollarnos. En la sabiduría de la Cabalá, cuyo objetivo es buscar adhesión con el Creador -es decir, con la fuerza superior de amor, otorgamiento y conexión- mientras vivimos en este mundo, lo logramos, corrigiendo nuestra naturaleza, desde su estado egoísta innato a uno altruista como el Creador, aprendemos que los más grandes cabalistas, antes de alcanzar la corrección total, estuvieron en el punto más bajo. Al conocer este principio y construir un entorno de maestros, amigos y textos, que nos apoyen para pasar, una y otra vez, por los puntos bajos, tendremos la ayuda necesaria para acelerar el proceso y lograr el objetivo más elevado de la vida.
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