Un amplio estudio entre jóvenes de 16 a 25 años, reveló que están ansiosos por el futuro y con razón. La investigación, cuyos autores afirman que es «el mayor y más internacional estudio sobre la ansiedad climática en jóvenes, hasta la fecha… muestra que la carga psicológica (emocional, cognitiva, social y funcional) del cambio climático está afectando profundamente a un gran número de jóvenes de todo el mundo». Además, es el primer estudio que ofrece una visión de la percepción de los jóvenes sobre las respuestas de los gobiernos al cambio climático, asociada a sus propias reacciones emocionales y psicológicas».
En el apartado «Implicación de la evidencia disponible», los autores escriben «La angustia por el cambio climático está asociada a la percepción de los jóvenes, de que no tienen futuro, de que la humanidad está condenada, de que los gobiernos no responden adecuadamente y sienten traición y abandono de los gobiernos y de los adultos. Son factores de estrés crónicos que tendrán implicaciones negativas importantes, duraderas y crecientes en la salud mental de niños y jóvenes. La incapacidad de los gobiernos para tratar adecuadamente el cambio climático y el impacto en las generaciones más jóvenes, potencialmente es un daño moral. Las naciones deben responder para proteger la salud mental de niños y jóvenes y organizar una acción ética, colectiva y basada en políticas contra el cambio climático».
Admiro el enfoque proactivo, pero si se queda en el nivel de suprimir las operaciones que se perciben como perjudiciales para el clima, nada cambiará. El clima no mejorará y la ansiedad de los jóvenes no tendrá alivio. Tratar cada problema por separado, es como intentar detener un sistema de alcantarillado desbordado, sellando cada tapa de alcantarilla por separado en lugar de cerrar la válvula que causa la inundación. Del mismo modo, para resolver la crisis climática, debemos llegar a su origen y arreglar lo que está roto.
El clima no es un sistema separado; forma parte del ecosistema global en el que vivimos. El sistema está construido como pirámide de niveles que funcionan armónica e interdependiente. Si la armonía se obstruye en un nivel, los niveles inferiores se verán afectados negativamente. En la cúspide de la pirámide está el hombre, por supuesto.
Por eso, cada obstrucción en la sociedad humana afecta a la pirámide, al ecosistema o dicho de forma sencilla: a todo el mundo. Aunque en el nivel humano nunca ha habido armonía, en las últimas décadas es totalmente disfuncional. Y lo malo, cada vez es mucho peor. No es de extrañar que los jóvenes no tengan fe en las generaciones mayores; ven el mundo que les estamos dejando y no están contentos con él. Si queremos ayudarles, lo menos que podemos hacer es señalar el verdadero problema: la sociedad humana.
Todos los fenómenos negativos en todos los niveles, son consecuencia de nuestras relaciones disfuncionales en la sociedad. Tormentas, incendios, terremotos, erupciones volcánicas, virus malignos, abejas moribundas y por supuesto, hambre y guerra, son proyecciones de nuestras relaciones discordantes que se filtran por la pirámide y envenenan todos los niveles.
Por eso, si queremos cambiar el mundo, debemos cambiar la sociedad. Además, debemos animar a la generación más joven a liderar el proceso, pues es ella la que estará aquí mañana.
Si construimos una sociedad que favorezca la unidad y la solidaridad, por encima del individuo y de la competencia, irradiaremos esa mentalidad positiva a todo el sistema, así como ahora proyectamos lo contrario. En lugar de arruinar la naturaleza, debemos aprender de su ejemplo, ver cómo funciona en conexión y colaboración y construir nuestra sociedad del mismo modo.
No necesitamos arreglar nada más que nuestras relaciones rotas y llenas de odio, es lo único que está roto. Cuando logremos armonía mutua, empezaremos a proyectar armonía en todo el sistema y todo se calmará.
Mu interesante este articulo. Esperemos que las generaciones futuras lo analicen