Podemos lograr la paz elevándonos para convertirnos en humanos, en el sentido más amplio del término. La palabra “humano” en hebreo es Ad𝘢𝘮 y viene de la misma raíz que la palabra “similar” (D𝘰𝘮𝘦𝘩). Indica que el ser humano es similar a la fuerza superior de amor y otorgamiento.
Nacemos en un mundo opuestos a ese estado, somos egoístas que priorizan el beneficio propio a expensas de los demás y de la naturaleza. Mientras más nos desarrollamos y crecemos como egoístas, más nos desviamos del equilibrio con la naturaleza, la fuerza superior de amor y otorgamiento. Esa es la causa de los problemas y crisis que sentimos en la vida.
Por eso, alcanzar paz, implica transformarnos de ser opuestos a la fuerza superior a volvernos similares a ella, es decir, convertirnos en humanos, en 𝘈𝘥𝘢𝘮. Al pasar por esta transformación calmamos el sistema natural en el que existimos y en consecuencia, nuestros problemas desaparecen.
Fuera de nuestro enfoque egoísta de la realidad, la naturaleza está en paz, en equilibrio del más y el menos, el daño y el bien y gracias a esas fuerzas, creamos equilibrio.
Si deseamos usar ambas fuerzas para acercarnos a los demás y a la fuerza superior de amor y otorgamiento, descubriremos que el mundo en el que vivimos es realmente pacífico. Todo depende de cambiar nuestra actitud mutua.
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