Un estudiante me preguntó: “El dinero, el sexo y el poder son los dioses que mueven nuestro mundo hoy, ¿por qué sucede esto y qué lo cambiará? «
Esta es mi respuesta: Primero, nuestro maquillaje es el deseo de recibir placer; esta es nuestra «sustancia», de lo que fuimos hechos. Utilizamos todo lo que tenemos a nuestra disposición y tratamos de satisfacer nuestro deseo de recibir placer como podemos. Si un determinado rasgo o habilidad nos da más satisfacción, lo apreciamos en consecuencia.
De los tres «dioses» que mencionaste, el dinero tiene un lugar especial en nuestro deseo de recibir. Lo usamos para todo. Nos conecta, pero los que tienen mucho lo usan de manera corrupta y manipuladora, para ganar poder.
No siempre fue así. Antes, el dinero reflejaba esfuerzo. Mientras más se trabajaba, más se ganaba. Hoy, esa conexión ya no existe, ya que el dinero en sí, se manipula. Y como el dinero ya no refleja nuestro esfuerzo, no podemos usarlo para comparar personas ni para valorarlas.
Por eso, creo que en el futuro viviremos en un mundo sin dinero. Usaremos una vara de medir completamente diferente para evaluar a la gente y esa vara, será social. Mientras más te esfuerces por construir la sociedad, aumentando la solidaridad y la responsabilidad mutua entre sus miembros, mayor será tu valor.
Aunque aún no lo hacemos, la pandemia ya está transformando el mundo, estamos entrando en esa nueva realidad. Descubriremos nuevas fuerzas que nos ayudarán a conectarnos, a ser más responsables y a cuidarnos unos a otros. Además, entenderemos que al ayudar a los demás, en realidad nos ayudamos a nosotros mismos.
La pandemia demostró que todos estamos conectados e influimos unos en otros; no podemos dejar ninguna parte del mundo desatendida, pues arruinará al resto del mundo. Nos volvimos totalmente globalizados, una aldea global donde cada parte apoya y es apoyada por las otras.
Por un lado, es hermoso que nos hayamos convertido en «familia». Por otro lado, nuestra familia global está plagada de enemistad y mala voluntad. No nos tratamos como familia, sino como enemigos. Por eso usamos el dinero de manera tan corrupta.
Sin embargo, dependemos unos de otros y no nos damos cuenta de que al lastimar a otros, termina lastimándonos a nosotros. Cuanto antes nos demos cuenta de que, si queremos una buena vida, debemos garantizar que todos tengan una buena vida, mejor será para todos.
Esta verdad es relativamente nueva y no mucha gente entiende totalmente sus implicaciones. Mientras más se sepa y se acepte que esta es la realidad actual, más fácil será nuestra transición de una mentalidad individualista a una más inclusiva, que tenga en cuenta las necesidades de toda la sociedad como requisito para garantizar nuestro bienestar personal.
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