¿Qué desencadenó el ataque sobre Israel el 7 de octubre?

Nosotros, el pueblo de Israel, estamos lejos de estar unidos. Antes de los trágicos acontecimientos del 7 de octubre, parecíamos todo, menos una nación. Hicimos pocos esfuerzos por acercarnos y despreciábamos a nuestros conciudadanos. Cada año que pasa, parece que nos distanciamos más. Y como resultado, debemos preguntarnos: ¿podemos realmente ser considerados la nación de Israel?

En otras naciones que tienen historias de guerras y conflictos internos, la división puede parecer un fenómeno natural. Pero el pueblo de Israel es diferente. Somos una nación que gana su título, cuando nos unimos. Si estamos divididos, dejamos de ser nación, en sentido real. Eso es lo que en verdad es ser Israel, específicamente la unidad nos hace únicos.

Mucha gente en el mundo, a menudo se pregunta por nosotros: «¿Quién es el pueblo de Israel?» Se forma opiniones distintas sobre nosotros y reconoce nuestro estatus único.

Hace miles de años aceptamos, de buena gana, el desafío de ser nación con condiciones específicas y hoy, siguen siendo relevantes. Para que seamos la nación de Israel, debemos defender la condición de unirnos «como un hombre con un corazón», donde «todo Israel sea amigo». Esto requiere un compromiso continuo de unidad, un compromiso que debería fortalecerse cada año. Lamentablemente, la realidad es muy diferente.

En lugar de acercarnos más, hacemos lo contrario. El año pasado en particular, Israel se convirtió en un feo espectáculo, en el que, cada vez más gente, salía a las calles gritando insultos calumniosos y odiosos a los demás.

Antes de la tragedia del 7 de octubre, había una división importante en la sociedad israelí, ese es el meollo de la cuestión. Es cierto que tener múltiples opiniones es un aspecto bien conocido del judaísmo, pero debemos superarlo. Podemos no estar de acuerdo en nuestros puntos de vista y aun así, mantener una conexión fuerte. La clave es tener, al mismo tiempo, una relación constructiva, aunque conservemos nuestras diferencias, hacerlo como en familia y defender el principio de unidad que inicialmente nos hizo nación: «Ama a tu prójimo como a ti mismo».

Sin este vínculo, no podemos acercarnos verdaderamente, tampoco podemos considerarnos una nación.

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