Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

¿Qué diablos le estamos haciendo a la Tierra?

la tierraHace algunas semanas, se celebró el Día de la Tierra 2021. El tema fue «Restaurar nuestra Tierra». De hecho, la Tierra ha sufrido los castigos que la humanidad le ha infligido durante demasiado tiempo. Lamentablemente, no podemos restaurarla, no ahora y no en nuestro estado actual.

Restauras lo que está roto y buscas restaurar la Tierra, es decir, reconocemos que está rota. Pero la Tierra no se rompió por sí sola. ¡La rompimos! Nosotros, con nuestra actitud rota; hacia la Tierra y entre nosotros, hicimos todo el daño que ahora tratamos de reparar. ¿Cómo podemos restaurar algo, si lo que lo rompió aún lo sigue rompiendo y aún más rápido e intensamente que antes? A menos que nos arreglemos primero, cualquier declaración sobre la restauración de la Tierra son palabras vacías en el mejor de los casos o un engaño deliberado. Por eso, durante años, nuestra organización expresó el lema: “Para cambiar al mundo, cambia al hombre”.

Un estudio reciente hecho por el centro de investigación: Nuestro mundo en datos, de la Universidad de Oxford, descubrió que desde que los humanos son la especie dominante en el planeta, «los mamíferos salvajes han disminuido en un 85%». No hemos sido menos atroces con el suelo, el aire, el agua y la flora de la Tierra, que con los animales. De hecho, somos tan dañinos, que la vida silvestre alrededor de la planta de energía nuclear de Chernobyl, que explotó en 1986 y que creó una zona de exclusión radiactiva para los humanos, ha prosperado como nunca antes, a pesar de la radiación. Los investigadores que estudiaron la vida silvestre en la zona de exclusión, quedaron muy impresionados con el aumento de la población de vida silvestre y la sólida salud de los animales y concluyeron que el humano perjudica más a la naturaleza que la contaminación radiactiva.

Por eso, no podremos restaurar la Tierra hasta que nos transformemos de los seres egoístas que somos, en individuos solidarios y conectados, que viven juntos en armonía y paz; entre ellos y con la naturaleza. Debemos educarnos sin narcisismo y con un enfoque que se regocije en la conexión, vinculación, responsabilidad mutua y equilibrio. La realidad es una malla integrada de elementos contradictorios, pero sólo los humanos intentan ser los únicos gobernantes del universo.

Mientras que el resto de la realidad celebra compartir, nosotros lo despreciamos. No todos, sino como un todo, como especie. Explotamos y agotamos no sólo la Tierra, sino ante todo unos a otros. Por eso, ahí es donde tenemos que empezar. Hasta que aprendamos a tratarnos con consideración, cuando entendamos que el bienestar de los demás afecta nuestro propio bienestar, aunque no lo sintamos de forma tangible, aprenderemos a regocijarnos del bienestar y la prosperidad de otros. Cuando lo logremos, descubriremos que finalmente seremos felices y que todo prosperará, incluido nuestro pobre y atormentado hogar, el planeta Tierra.

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