La vergüenza es una valoración mucho más baja de lo que el individuo considera y con la que no puede estar de acuerdo. Es decir, alguien más le evalúa de forma inferior a como él se ve a sí mismo, eso provoca un golpe a la sensación que tiene de su «yo».
Y se siente avergonzado por haber recibido ese mensaje de su entorno. No tiene el mismo impacto si llega a esa conclusión por sí mismo. Si la evaluación no está bajo el poder de otros, generalmente se olvida.
La vergüenza es un estado muy doloroso que surge para provocar cambios en nosotros. Finalmente, debemos cambiar, hacer algo para salir de nuestro escondite. Cuando entendemos la necesidad de cambio, como resultado de la vergüenza y buscamos cambiar,, aunque sea un poco, logramos cierta corrección.
Dado que, por naturaleza, no queremos cambiar, podemos llegar a odiar a los que nos avergüenzan. Hubo épocas en las que se mataba a quienes causaban vergüenza a otros. Si no usamos la vergüenza como medio de transformación personal, estamos dispuestos a aniquilar a quienes despiertan ese sentimiento negativo.
La vergüenza marca cierto nivel de desarrollo humano. La gente que no siente vergüenza, está poco desarrollada. Aunque, cada uno tiene un umbral de vergüenza y si se nos empuja más allá de ese umbral, no podemos aceptarlo.
La vergüenza es parte esencial de nuestro ser y nuestra preocupación principal es evitarla. En la Biblia, está escrito que cuando Adam y Eva «vieron que estaban desnudos, tomaron hojas de higuera para cubrirse» (Génesis 3:7). Es decir, cuando apareció por primera vez el sentimiento de vergüenza, se sintieron desnudos, descubiertos y fue una revelación muy difícil.
La revelación de la vergüenza fue el primer problema social, manifestó que hay inclinaciones de las cuales no podemos sentirnos orgullosos, más bien, nos avergüenzan. Por eso se cubrieron. ¿Qué sucede cuando nos cubrimos? Que nadie sabe ni entiende lo que realmente representamos ni lo que ocultamos.
Por eso, en tiempos antiguos, la gente, materialmente, se cubría con ropa, con el tiempo, la ropa se convirtió en elemento de soberbia. Se empezó a adornar la ropa con oro y aparecieron los diseñadores. La ropa dejó de ser un elemento que cubre la vergüenza y se convirtió en demostración de riqueza y estatus social. Es un cambio natural, porque cubrimos lo que debe ser cubierto, para llamar la atención de los demás. Y nos relacionamos con la ropa, no sólo como cobertura, sino como la expresión de cómo deseamos mostrarnos ante otros. Lo hacemos para eliminar cualquier posibilidad de que los demás puedan, de alguna forma, rebajarnos.
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