Según la sabiduría de la Cabalá, “la corrección del mundo” sucederá sólo hasta que reparemos las relaciones entre las personas.
“Deseo a todos mis amigos judíos en Irán y a todos los judíos alrededor del mundo, un muy feliz año nuevo, lleno de paz y armonía”, dijo el ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Mohammad Javad Zarif. “A pesar de todos los retos, el pueblo judío ha mostrado su fuerza y perseverancia para seguirnos inspirando a todos”, tuiteó el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Pero entre las decenas de bendiciones que escuchamos semanas atrás para el año nuevo judío, por parte de distintos líderes, está la del gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, que tocó un punto primordial: “La corrección del mundo, es el principio judío que nos enseña que, aunque el mundo esté fracturado y sea imperfecto, tenemos una responsabilidad compartida para arreglarlo”.
Los líderes del mundo tienen razón en puntualizar sobre el papel único del pueblo judío y especialmente en lo que se refiere al concepto de tikún olam (“corrección del mundo”). Según la sabiduría de la Cabalá eso sucederá sólo hasta que reparemos las relaciones entre las personas. En un momento en el que la interdependencia de la humanidad se está intensificando y se muestra como la base de todos nuestros sistemas creados por el hombre, existe una necesidad urgente de construir nuevas relaciones de consideración mutua entre todas las personas. De hecho, las numerosas crisis que estamos presenciando en todas las áreas de nuestra vida, apuntan a una terrible falta de conexiones sanas y positivas entre los habitantes del mundo.
De modo que, ¿cuál es el papel del pueblo judío ante la creciente crisis global? Algunos dirán que los judíos la están ocasionando, mientras que otros dirán que ellos tienen la llave para tikún olam. La sabiduría de la Cabalá explica de dónde surgen ambos enfoques.
El pueblo judío se formó como resultado de la primera crisis global que padeció la humanidad. Hace unos 3,800 años, entre los ríos Éufrates y Tigris, en una región desértica, cerca del actual Irak, la humanidad vivía en grandes clanes en Babilonia. Vivían juntos, como miembros de una sola familia, hasta que la relación se rompió. El deseo egoísta creció dentro de los babilonios, haciendo que se pelearan unos con otros, llevándolos a crisis severas en todas las esferas de la vida.
Uno de los sacerdotes babilónicos, de nombre Abraham, se cuestionó sobre la naturaleza de fondo de la ruptura social. Descubrió que deriva de un crecimiento natural e inevitable, del egoísmo de la humanidad. En otras palabras, Abraham descubrió que tikún olam, no es otra cosa que una corrección de las relaciones entre las personas. Recorrió las distintas tribus y clanes y convocó a quienes sintieran la necesidad de construir una nueva sociedad.
Los babilonios que se unieron a Abraham aprendieron a construir relaciones correctas, positivas y saludables, por encima del creciente egoísmo. Con el tiempo, el grupo se convirtió en un nuevo pueblo: el pueblo de Israel. De este modo se fundó el pueblo judío, a partir de una colección de representantes de la civilización pasada de la humanidad. El común denominador entre ellos fue el valor de tikún olam –el descubrimiento de la unidad dentro de la diversidad y la elección de la preocupación mutua, por encima de la explotación mutua.
Tiene un efecto de ola, expansivo, de adentro hacia afuera. El pueblo judío está esencialmente en el primer círculo. Es un pequeño modelo de la humanidad, un modelo de la conexión universal entre las personas. Esa conexión está destinada a extenderse y a conformar los demás círculos a su alrededor.
En la cúspide de este proceso de tikún olam, la humanidad alcanza la unidad, más allá de las fronteras, por todo el mundo. Es decir, la unidad del círculo más amplio que abarca a toda la humanidad –desde los líderes mundiales, hasta los pastores de ovejas en las remotas montañas. La corrección debe alcanzar a cada hombre y a cada mujer, a cada niño y niña. Todos son iguales, todos son importantes; no hay preferencia ni discriminación.
En nuestra época, el primer paso hacia tikún olam, es despertar en todo el mundo la conciencia de la necesidad de la unión. Cada persona en el mundo debe reconocer el sistema integral, natural, que nos une y nos exige ser considerados unos con otros.
El pueblo judío está basado en esa idea y debe volver a despertarla. Su papel es ser “una luz para las naciones”, siendo una sociedad ejemplar. Hoy en día, las naciones del mundo tienen también la tarea de despertar al pueblo de Israel en su papel catalizador para tikún olam. Y justo como las cordiales felicitaciones de los líderes internacionales, es mejor experimentar la presión amistosa y positiva del mundo, que el tipo de presión odiosa y antisemita.
Sin embargo, en lo que respecta a la corrección del mundo, no debemos esperar que la salvación llegue de líderes y gobernantes. El cambio comenzará por medio de las masas. No por nada el mundo moderno está conectado a través del Internet. La conexión virtual entre millones de personas nos permite despertar la conciencia de unidad de una forma positiva y llegar de manera placentera a tikún olam.
Cuando las masas consideran el valor de la conexión, aunque sea ligeramente, crean una ola enorme de reciprocidad y consideración. El poder de la conexión es mayor que cualquier individuo y permite a la sociedad humana sobreponerse a su naturaleza estrecha, egoísta, para descubrir un vasto espacio de felicidad que deriva de la unión.
Tikún olam, empieza con tikún adam (la corrección del hombre). Un mínimo cambio de conciencia en cada uno de nosotros es todo lo que se necesita. Y si deseas ser parte de ese cambio, sugiero compartas este mensaje con todos.
Michael Laitman es fundador y presidente del Instituto Bnei Baruj para la Educación e Investigación de la Cabalá.