Recientemente un alumno me preguntó qué es vivir el momento, basándose en la alegoría del diálogo entre una mariposa y una planta perenne.
Un día, una mariposa se posó en una planta perenne y estuvo admirando todo lo que veía: “¡El sol es tan amable y hermoso! ¡El rocío es increíble! ¡Y qué prado! ¡Y el cielo! ¡Y el aire!”
“No importa mariposa”, dijo la planta perenne, “mañana te acostumbrarás a todo esto”.
“No habrá mañana para mí”, respondió la mariposa y cerró los ojos para siempre.
De pronto, la planta perenne se dio cuenta de que en mil años no había visto lo que la mariposa vio en un solo día.
En este diálogo hay una lección profunda sobre lo que nosotros, con mayor esperanza de vida, a menudo pasamos por alto. No vemos el principio ni el fin ni la verdadera esencia de la vida.
Imagínese si pudiéramos ver toda la vida en un sólo día. Sabríamos que estamos sólo ese día y nos aferraríamos a él, sin soltarlo, deseando aprovecharlo al máximo.
¿Y qué hay en ese día? Hay conexión entre el pasado y el futuro. Básicamente, esa conexión nos permite comprender el significado de la vida. De lo contrario vivimos como si no sintiéramos dónde estamos.
En otras palabras, no es vida cuando sentimos que todo pasa de largo, sin participar. La vida sucede cuando deseamos aferrarnos a cada momento, como si fuera el último. Queremos absorberlo todo, de principio a fin, incluido lo que hay en medio, ¡como si lo estuviéramos bebiendo con tal intensidad, que necesitamos recobrar el aliento!
La vida en sí, es un momento único. Vivir el momento, aprovecharlo al máximo, es comprender. ¿Y cómo lo logramos? Buscando siempre respuestas, el por qué se nos dio una vida así, qué deberíamos haber hecho y qué no hicimos y tal vez, podríamos maximizar esta preciosa oportunidad que se dio.
Después, surgirá otro momento y podremos hacer las mismas preguntas, pero en una página nueva y seguir avanzando por la vida.
Sin embargo, no vivimos así, aunque deberíamos hacerlo. Vivimos bajo ciertos filtros de percepción que apagan nuestro constante cuestionamiento existencial y generalmente fluimos con la corriente de la vida, sin sacarle el máximo provecho.
Intencionalmente, así nos creó la naturaleza, para que no hiciéramos muchas preguntas existenciales profundas, de lo contrario, muy rápido revelaríamos los misterios de la vida, sin dejarnos espacio para expresar nuestra libre albedrío y acción. Más bien, vivimos dentro de un misterio de vida que debemos desentrañar constantemente. No es tan simple como que alguien, alguna vez haya revelado los misterios de la vida, haya escrito sus hallazgos y ahora todos podamos leer su libro y descubrirlo por nosotros mismos. Al contrario, necesitamos profundizar en nosotros, en la vida, en la naturaleza y buscar.
Eso es vida. Si vivimos de acuerdo con esa línea, cada uno logrará algo propio, pues cada uno tiene un papel único en la vida. Las leyes de la naturaleza, que operan más allá del alcance de la mente, nos guían hacia nuestra raíz única, pero no sé si realmente alcanzaremos ese destino. Todo está determinado por encima de nosotros.
Esta coyuntura nos presenta un lugar para orar: recurrir a la fuerza que nos creó, sostiene y guía y pedirle que nos guíe de la manera más correcta posible. Por tanto, debemos vivir de manera que, a cada momento, intentemos revelar el misterio de la vida.
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