Primero debemos entender qué es el deseo y qué está mal en nuestros deseos. Lo malo de nuestro deseo es que nos controla, a nosotros y a nuestro intelecto. El deseo o para ser más preciso, el deseo de recibir es nuestra esencia y quiere recibir placer todo el tiempo.
¿Qué satisfacción quiere? Si obtiene placer, no le importa, matar, robar, explotar, manipular y abusar de los demás, pues eso pudiera ser lo que le da placer. Las acciones altruistas positivas también podrían satisfacer el deseo, pero no suele ser el caso.
En la sabiduría de la Cabalá, el deseo de disfrutar a expensas de los demás y de la naturaleza se denomina “inclinación al mal”. Es malo en el sentido de que no toma en cuenta a los demás.
Este deseo, constantemente nos da órdenes, nos obliga a satisfacer sus demandas y no entendemos que, en realidad, el deseo no somos nosotros. Es un deseo que está en nosotros como virus o germen y nos controla.
Lo sentimos como si fuéramos nosotros, pero no es así. Nos controla desde dentro, en nuestro detrimento, nos hace satisfacer sus exigencias, aunque desearíamos ser de otra forma. Y nos lleva a muchas situaciones negativas. Por ejemplo, incluso en el nivel de salud básica, el cuerpo desea estar sano, pero dado el deseo de placer, llenamos el cuerpo de drogas, de productos químicos, alcohol y humo, en nombre del placer al que el deseo nos lleva constantemente. No pide permiso, nos dicta lo que aparentemente queremos.
Eventualmente, gracias a la acumulación de experiencias de vida y de sistemas de apoyo indirecto en el entorno, suena una sirena en nuestro intelecto: “¡Espera un minuto! ¡Ese deseo no es en tu beneficio!” Comprendes que seguir los dictados del deseo te hace sufrir y te golpea. En otras palabras, el intelecto surge para equilibrar las demandas del deseo de recibir.
El deseo pertenece al nivel animal dentro de nosotros, el intelecto pertenece al nivel humano. El intelecto es frío. Nos dice lo que está bien y lo que está mal, pero es difícil de activar para controlar al deseo.
Desde la niñez podemos comprender la dificultad de controlar nuestro deseo con el intelecto. Nuestros padres nos dicen que seamos buenos niños y que estudiemos, pero nosotros sólo queremos jugar y bromear. Más tarde en la vida, sentimos que nuestros padres tenían razón, pero eso no ayudó cuando pudimos beneficiarnos de seguir sus consejos.
¿Cómo podemos, en el momento en que tenemos deseos perjudiciales, equilibrarlos y controlarlos con el intelecto?
En lugar de tener que vivir corriendo tras los deseos que constantemente surgen, que terminamos pagando y lamentando, la sabiduría de la Cabalá ofrece una alternativa: un método para alcanzar una experiencia de vida en la que entendamos nuestros deseos útiles, los equilibremos con el intelecto y podamos alcanzar nuestro estado óptimo.
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