Los elefantes son animales muy compasivos y sensibles. Son los únicos animales que celebran ceremonias funerarias. A menudo, la manada cava un hoyo, cubre al elefante muerto y permanece cerca de la tumba por varios días. Además, si encuentran un elefante muerto, aunque no sea de su rebaño, lo tratarán como si fuera de los suyos. Y si uno de sus elefantes se enferma, lo cuidan, le llevan comida y lo ayudan a levantarse.
Cuando vemos esos ejemplos de sensibilidad y compasión, como seres humanos podemos plantearnos la pregunta: ¿Qué tenemos nosotros que no tengan los animales? ¿hay algo que podamos aprender de ellos?
Poseemos un deseo adicional al de los animales, el problema es que lo usamos en nuestro detrimento. Podemos ver un claro ejemplo de este problema, si observamos las interminables guerras, la competencia despiadada en la que hemos vivido a lo largo de la historia y la forma en que invertimos dinero en más y más armas, en lugar de usarlo en medios que podrían beneficiarnos. Constantemente buscamos explotar, dominar y superar a los demás.
Si bien, los animales nos dan muchos ejemplos de dominar y matar a otros animales, lo hacen por necesidad de supervivencia -no para divertirse ni para sentirse más grandes ni más fuertes ni más rápidos ni mejores que otros animales-, como lo hacemos los humanos entre nosotros.
¿Por qué nos relacionamos con los demás de forma tan negativa? Para mantener nuestro ego, es decir, para intentar satisfacer nuestros deseos de dinero, respeto y poder. No es para sobrevivir por lo que dominamos a los demás. Por eso, cuando consideramos que tenemos deseos egoístas más grandes y los usamos en detrimento de los demás, no podemos decir que estemos en un grado superior al de los animales.
Si queremos ver al máximo nuestro deseo adicional y realmente ser seres más elevados, tenemos que ir por encima de los deseos egoístas -deseo de beneficio propio a expensas de los demás- y alcanzar un estado de amor común por los demás, el estado de «ama a tu prójimo como a ti mismo». En otras palabras, en lugar de dar prioridad al beneficio propio sobre el de los demás, debemos priorizar el beneficio de los demás sobre el propio. Como resultado, alcanzaremos el estado perfecto y eterno, el estado para el que fuimos creados.
Todo en la naturaleza, en los niveles inanimado, vegetal y animal -fuera de los humanos- está en interacción armónica, sólo nosotros, los humanos, rompemos el equilibrio con el uso egoísta de nuestro deseo adicional.
Por eso, deberíamos pensar en cómo pasar, de dar prioridad al beneficio propio a expensas de los demás, a priorizar y a utilizarnos a nosotros mismos en beneficio de otros. Cambiando nuestra intención y actitud hacia los demás -de egoísta a altruista-, descubriremos un mundo perfecto para todos.
Maravillosas enseñanzas, gracias Dr. Michael Laitman, por tanto
Si no aprendemos de las muchas enseñanzas de los animales, debería darnos demaciada vergüenza, y tal ves conciderarnos muy por debajo de ellos