Puedes estudiar Torá, pero para que te enseñe, necesitas sentirte un poco pecador. Por eso se nos dio la Torá.
No necesitamos la Torá para adquirir conocimiento. Debemos sentir que la necesitamos para corregirnos, es decir, para desarraigar nuestra cualidad egoísta, que es el deseo de beneficio personal a expensas de los demás. Así podremos estar directamente ante el Creador, que es la cualidad de amor y otorgamiento.
Por eso, el camino que tomamos gracias a la Torá es nuestro camino hacia el Creador.
Esencialmente, nacemos pecadores. Luego, a medida que reconocemos que somos pecadores, podemos apreciar la profundidad, el poder y la capacidad de la Torá para corregirnos.
Estudiar la Torá es actuar de forma que la Torá penetre en nosotros y adquirir la capacidad de absorber sus palabras, su fuerza y sus convicciones para que se convierta en una parte inquebrantable de nosotros. Significa pensar, únicamente en cómo implementar lo que está escrito en la Torá.
Si trato de resumirlo en algo muy simple y conciso, la Torá nos enseña todo acerca del amor, no del amor que conocemos en nuestros sentidos habituales, sino del amor incondicional del Creador y de cómo podemos aprender a amar de la misma manera.
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