La naturaleza demanda que la humanidad alcance integración total, para sentir y percibir al colectivo
Puede parecer una eternidad, pero en cuestión de unas pocas semanas el mundo entero cambió dramáticamente, despertó preguntas existenciales e introspección en nosotros. ¿Qué hicimos para que la naturaleza desencadene este virus COVID-19 que paralizó al planeta? ¿hay algo que yo personalmente pueda hacer para poner fin a esta dificultad, más allá de usar cubre boca? Tomemos un momento de nuestra vida, ahora menos ocupada, para considerar nuestra situación. Lo que descubriremos es que se nos dio este respiro, precisamente para esa reflexión.
Vivo en este mundo y contribuyo en todo lo que sucede. Influyo en mi entorno inmediato a cada momento, pero también en el entorno distante. Todos hacemos cambios en el sistema de la naturaleza, pues el sistema es global, integral y esférico. Es un sistema, conectado en todas sus partes y avanza hacia el equilibrio integral. Cuando interrumpimos su equilibrio, el desequilibrio se manifiesta en muchos fenómenos, como la pandemia actual. En cierto sentido, se podría decir que todo lo que nos viene de la naturaleza, en realidad es la reacción del sistema a nuestra buena o mala influencia.
¿Cómo puedo relacionar esto conmigo mismo, estando en casa sin tener idea de lo que será de mi trabajo, mis hijos, mi futuro? ¿cómo puede mi vida personal influir en el sistema? El día que pasa no regresa, así que antes de quedarte dormido, vale la pena hacer un balance de cómo fue tu día, qué hiciste, ¿lastimaste a alguien? ¿tus acciones y pensamientos contribuyeron a la armonía o, al contrario? Deberías llevar un registro diario de tu vida.
Cuando, Dios no lo quiera, nos vemos afectados por una enfermedad o pérdida grave, los pensamientos y la autorreflexión por lo que sucede en la vida, salen a la superficie y preguntamos, ¿por qué a mí? Hoy, este golpe del coronavirus nos cayó a todos, independientemente del estado, origen o saldo en el banco y activó nuestra introspección colectiva.
Redimir al planeta
Pareciera que la naturaleza nos dice, que ahora lo mejor para nosotros es quedarnos en casa sin acercarnos a nadie, hasta que sepamos cómo interactuar adecuadamente. Nos vemos obligados a ver la vida que construimos para nosotros, el mundo que creamos; la forma en la que nos relacionamos, nuestra falta de consideración mutua; que destruimos al planeta, que estamos en total oposición con el sistema integral de la naturaleza, donde cada parte es responsable del bienestar del todo y por la destrucción que causamos, la tierra responde en defensa propia.
La naturaleza exige que la humanidad logre la integración total, que sienta y perciba lo colectivo. ¿Por qué? Porque en ese estado nos volvemos similares en forma a la naturaleza misma y esa es exactamente la afinidad que necesitamos para estar en armonía perfecta con el sistema. De hecho, este es el siguiente nivel en la evolución de la humanidad. Ya sea que lo sepamos o no, la naturaleza no nos esperará más, nos obligará a ser considerados con los demás. Todos hubieran estado contentos de renunciar a esta era de coronavirus, pero esa opción no está sobre la mesa.
Por lo tanto, la pregunta clave en nuestro examen personal de consciencia, debería ser: ¿Entiendo que dentro de mí debo lograr sentir amor por todos, para arreglar la ruptura del sistema global? Si no desarrollamos en nuestro interior, cada uno y todos, este sentido de responsabilidad personal y amor, no podremos comenzar a cuidarnos de forma adecuada ni lograremos la cohesión colectiva que necesitamos.
Obviamente, cada uno, de forma personal, no puede amar a ocho mil millones de personas, la población mundial ni incluso, a los habitantes de nuestro país. A veces, apenas podemos llevarnos bien con los miembros de nuestra familia. Eso es claro, natural y comprensible, pero no significa que no pueda pedirlo. Cada uno necesita pedir que se le dé el poder del amor. ¿A quien? A la naturaleza, al poder supremo que une a toda la realidad. ¿Por qué las cosas están organizadas así? Para que podamos dirigir ese poder supremo conscientemente, aprender a conocerlo, ejercer nuestro libre albedrío y exigir que nos conecte como un solo hombre, con amor mutuo. Así alcanzaremos armonía total con la naturaleza.
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