Somos buenos cuando nos identificamos con el sistema interconectado e interdependiente de la naturaleza y nos comportamos amablemente con el sistema en todos sus niveles: inanimado, vegetal, animal y especialmente con nuestros semejantes.
Al hacerlo, nos parecemos cada vez más a la fuerza de amor, otorgamiento y conexión de la naturaleza y llegamos sentir una vida armónica y pacífica, en equilibrio con esa naturaleza.
Imagina si, de repente, el cuerpo comenzara a operar de forma que cada uno de sus sistemas hiciera lo que quisiera, sin considerar su servicio al cuerpo.
Moriríamos en un instante.
De igual forma, necesitamos vernos como parte de un sistema integral y revisar nuestro comportamiento, conocer nuestra interdependencia en este sistema. Veríamos que nuestra participación actual es egoísta, cada uno busca beneficio a costa de otros y la estrecha interdependencia, junto con el ego hinchado, causa que aumenten las penas en nuestra vida.
Ese escrutinio debería llevarnos a la conclusión de que necesitamos un nuevo enfoque, uno que busque beneficiar a los demás y a la naturaleza, es decir, volvernos buenos. Y así, actuaríamos de forma solidaria, cariñosa y favorable con la humanidad y la naturaleza, disfrutaríamos de una nueva experiencia, una de total armonía y paz en la vida.
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