Un estudiante me dijo que un nuevo informe asegura que el coronavirus ya no es la principal preocupación del mundo. Aparentemente, está superado por la pobreza y el desempleo. Según el informe, además de esos tres eventos, el mundo está preocupado por el crimen, la educación, el cambio climático y la inmigración. Para mí, la humanidad parece tan confundida y exhausta, que creo que ya no le preocupa nada. Y no es que no haya muchos problemas, es que no hay ningún objetivo que alcanzar. Si no hay metas, no hay aspiraciones y si no hay aspiraciones, no hay nada para qué vivir.
Podría argumentar que nuestro objetivo es ser feliz y por supuesto, es cierto. Sin embargo, cuando todos tenemos en mente nuestra propia idea de felicidad, pero sólo de nuestra propia felicidad, cada uno sigue su propio camino y terminamos infelices, agotados y finalmente, renunciamos por completo a ser felices.
Por eso, lo primero que debemos definir es, qué consideramos lo más importante en la vida y cómo queremos lograrlo. Posteriormente, podemos determinar qué nos ayudará u obstaculizará en el logro de la meta.
Nuestra primera tarea es reconocer que el mundo está interconectado, como lo demuestran las numerosas crisis mundiales. La felicidad personal que ignora la felicidad del resto es una prerrogativa que ya no debemos tener. Debemos definir la felicidad, como felicidad de todos o al menos, debemos esforzarnos por hacerlo. Hasta que avancemos en esa dirección, realmente progresaremos hacia la felicidad, pues contará con el apoyo de toda la sociedad.
Una vez que entendamos que ese debe ser nuestro objetivo y trabajemos para lograrlo, todo mejorará, no sólo para nosotros, sino para todo el planeta. Si nos convencemos de que debemos velar por el bienestar de todos, velaremos para que nadie sufra contaminación, que todos tengan agua y aire limpios, que tengan suficiente energía y alimentos saludables y cuidaremos su salud, vivienda y educación. Como resultado, equilibraremos nuestro uso de recursos y consumiremos sólo lo necesario, por consideración al bienestar de los demás.
No necesitaremos reglamentos ni conferencias, a las que los líderes mundiales vuelen en jets que contaminan la atmósfera, para hacer discursos huecos. Nos regularemos porque somos conscientes de que nuestra felicidad depende de la felicidad de todos. En otras palabras, para lograr sostenibilidad y construir una vida feliz, no debemos enfocarnos en prevenir la contaminación ni en reducir las emisiones, sino en nuestra consideración y cuidado mutuos. Es la única forma en que podremos encontrar sostenibilidad y felicidad en el mundo de hoy.
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