El planeta no está volviendo a la «vieja normalidad», advirtió la Organización Mundial de la Salud (OMS), pues a nivel mundial, más de 14 millones de personas han sido infectadas con coronavirus y alrededor de un tercio de esos casos son en Estados Unidos. También por el grave impacto económico, la OMS considera que la pandemia es la emergencia de salud mundial «más grave» de la historia. La COVID-19 llegó para borrar el viejo mundo y dibujar uno nuevo y podremos ver el nuevo mundo con optimismo y esperanza.
Más que una crisis pasajera, la devastación sanitaria y económica del coronavirus representan el colapso del mundo que conocimos. Esa vieja realidad se desmorona ante nuestros ojos. Los líderes mundiales son impotentes para manejar la pandemia adecuadamente. Están contra la pared y con los bolsillos vacíos de ideas para resolver los enormes desafíos, pues sus enfoques no están alineados con la nueva realidad.
Debemos darnos cuenta de que mañana será diferente de ayer. Aunque la nostalgia por el pasado es natural, no tenemos otra opción que ver hacia adelante y rápido.
Lo nuevo es bueno
El viejo mundo colapsó porque su base necesitaba un reajuste. Incluso si tuvimos éxito en el viejo mundo, en la nueva realidad parece fracasar. Para sobrevivir y prosperar en el nuevo mundo, necesitamos transformar la base de nuestra interacción: de egoísta a mutuamente considerada. La nueva realidad exige que nos sometamos a una inversión perceptiva, en la que cada uno dejará de calcular en interés propio limitado y en su lugar desarrollaremos una visión amplia que tenga en cuenta el interés de todos.
El ritmo del desarrollo humano se aceleró enormemente en los últimos siglos. Se manifestó en revoluciones y cambios sociales. Actualmente, el llamado a la solidaridad y a la igualdad resuena en las calles de muchos países. Sin embargo, en el nuevo mundo, incluso las revoluciones serán diferentes. En primer lugar, serán dentro del hombre, en su mente y emociones, en lugar de en las calles. Tendremos que sentir que todos somos iguales, cercanos, conectados en consideración mutua y, en consecuencia, aprenderemos a tratar a los demás como nos gustaría ser tratados.
Las revoluciones anteriores cambiaron el orden jerárquico: los que no eran importantes se volvieron importantes y los que estaban arriba perdieron su estatus. La siguiente revolución será diferente. Su innovación será conexión de todos como uno solo.
Cuando nos sintamos unidos, surgirán sistemas sociales que reflejarán nuestra nueva conexión. Algunos de los nuevos sistemas se construirán con nuestra voluntad, con nuestra participación informada. Y aunque nos quedemos atrás en comprender la tendencia del desarrollo hacia la unidad, la naturaleza forzará meticulosamente la construcción de más sistemas de unidad, aún contra nuestra voluntad. Por eso, gradualmente seremos testigos del desmantelamiento de la sociedad egoísta y de su reemplazo por una sociedad altruista, donde todas las partes serán iguales y estarán conectadas en complementación mutua.
Un modo diferente de innovar
¿Cuánto tiempo llevará el cambio en cuestión? Depende de nosotros.
Aún, estamos muy lejos de la meta, tanto social como personalmente. No hay nada más en contra, de la naturaleza humana que pensar en el bien de los demás, como si fuera nuestro propio bien. Sin embargo, nuestra evolución requiere ese cambio. Para sobrevivir al siglo XXI, la humanidad enfrenta el desafío de ser igual a la integralidad y unidad de la naturaleza.
¿Cómo podemos revertir nuestra visión egoísta?
El método para hacerlo se puede explicar con el siguiente ejemplo: En las circunstancias actuales, nos preocupa que otros nos infecten y decidimos tomar medidas para protegernos, usamos mascarillas y mantenemos distancia de los demás. Una percepción inversa, del cuidado interno a la preocupación externa, podría explicarse siguiendo exactamente las mismas medidas, pero con la intención de evitar que, involuntaria, transmitamos el virus a otros.
No es casualidad que actualmente sea imposible deshacernos del coronavirus, pues hacerlo requeriría un nivel de responsabilidad y garantía mutuas, que no tenemos. Esta pandemia global podría resultar la primera de una serie de golpes que nos mostrarán, con una fuerza cada vez mayor, que, en opinión de la naturaleza, todos somos uno y nuestro buen futuro depende de cuidarnos unos a otros, como si fuéramos miembros de la misma familia.
Por eso, debemos tratar de pensar en lo que es actuar positivamente con los demás, no sólo con los que son naturalmente cercanos y queridos, sino también con los que parecen extraños y distantes. Lo que hacemos por el bien de los demás vuelve a nosotros, porque cada detalle del sistema existe de manera interdependiente en todos y todo, en un todo completo.
Cuando funcionemos como un solo cuerpo, sentiremos una buena vida: la fuerza cohesiva de la naturaleza fluirá en nuestra conexión y el mundo se llenará de abundancia, salud y tranquilidad, nos dará a todos una nueva oportunidad de vida.
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