Durante muchas décadas, se nos ha enseñado que la evolución es aleatoria, que las mutaciones simplemente suceden y que las que más contribuyen a la supervivencia de la especie, permanecen, las demás desaparecen. Pero gradualmente, la ciencia está aceptando que la evolución no es aleatoria sino direccional.
Por ejemplo, una investigación que se centró en una pequeña hierba en flor llamada thale cress, afirma que “su mutación no es al azar y no lo es, para beneficiar a la planta. Es una forma totalmente nueva de pensar sobre la mutación”, concluyó.
Otro estudio que examinó la mutación de la hemoglobina que protege contra la malaria, encontró que aparece con más frecuencia en personas de África, donde la malaria es común, que en personas de Europa, donde es rara. «Las mutaciones desafían el pensamiento tradicional«, dijo el investigador principal. «Los resultados sugieren que la información compleja que se acumula en el genoma… afecta la mutación y por lo tanto, las tasas específicas de la mutación pueden responder… a presiones ambientales específicas».
Si observamos más allá de los fenómenos aparentes, encontraremos que el medio ambiente también evoluciona en una dirección específica: hacia una integración creciente. Estamos evolucionando hacia un estado que ya existe, aunque no lo hemos percibido. Es un estado donde las especies se separan unas de otras, pero en armonía con toda la creación.
La Tierra es un sistema equilibrado. Sus partes están en perfecta armonía, eso garantiza la supervivencia de plantas y animales en la Tierra. A primera vista, no debería haber habido evolución. Si todo es perfecto y armónico, no debería haber cambios en la especie.
La razón por la que aún hay evolución, a pesar del equilibrio en la creación, es que en la creación hay un deseo de mejora constante de nuestro estado personal. Mientras más evolucionada es una creación, más intenso es su deseo. En la humanidad, este deseo se manifiesta como ego y narcisismo, como anhelo de controlar, de ser superior, incluso divino. En el reino animal y en las plantas, se expresa en el esfuerzo constante por fortalecerse frente a los enemigos naturales, pero no en afán de dominio y control. Por eso, en todos los niveles, excepto en el nivel humano, el equilibrio permanece, aunque es dinámico y evoluciona.
En la humanidad, la principal “evolución” está en la percepción, no en nuestro cuerpo, aunque también ocurren cambios físicos. A medida que evolucionamos en la comprensión del mundo, nuestra percepción de la realidad cambia y se alinea más con el mundo interconectado que nos rodea.
Dado que la naturaleza es totalmente integrada y todas sus partes están inextricablemente entrelazadas, la sociedad humana también es cada vez más interconectada e interdependiente. En consecuencia, los asentamientos han crecido a lo largo de los siglos: de clanes nómadas a pueblos sedentarios, ciudades, países e imperios.
Junto con el crecimiento en el tamaño de los asentamientos, nos volvimos cada vez más interdependientes: económicamente, en provisión de alimentos, educación y en todos los aspectos de la vida. Ahora, todos están conectados, hasta el punto de que ni siquiera países enteros, incluidas superpotencias como China o Rusia, pueden sostenerse solos. La globalización convirtió al mundo en una aldea, cuyos residentes son reacios a aceptar a sus vecinos y chocan constantemente entre sí.
El desarrollo de la sociedad humana, hacia una mayor integración, no es coincidencia. Dado que vivimos en un universo integrado, donde todo está interconectado y es interdependiente, nosotros también nos desarrollamos en esa dirección. Por eso, a pesar de todos nuestros esfuerzos por superar a los demás, al final, dependemos de todos y ningún país podrá mantener su preeminencia indefinidamente. Contra nuestra voluntad, nos obligan a cooperar.
Pero nuestra evolución hacia una sociedad interdependiente nos lleva más alto que la sociedad misma. Tiene la intención de revelarnos la interdependencia de toda la creación, que todo es armonía y todas las piezas de la creación se complementan entre sí. El resultado final de nuestra evolución es la total conciencia del universo donde existimos en todos sus niveles: físico, mental y espiritual.
Si voluntariamente avanzamos hacia la cohesión y la cooperación, llegaremos a la meta final más rápido y con menos dolor. Es como nadar río abajo en lugar de intentar nadar río arriba, que es lo que estamos haciendo ahora. Es desesperante y doloroso.
La orilla que nos espera río abajo es serena y pacífica. Si nadamos hacia ahí, aumentando voluntariamente nuestra cooperación y consideración mutua, llegaremos a esa agradable orilla rápido, agradable y fácilmente. Si nos resistimos, aún llegaremos allí, pues no podemos ir río arriba, pero llegaremos exhaustos, derrotados y atormentados.
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