Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

Revelando la imagen de la realidad

Revelando la imagen de la realidad

En Estados Unidos hay buenas noticias. En los próximos días y como resultado de una orden ejecutiva para aliviar el impacto económico de la Covid-19, la gente espera recibir beneficios federales por desempleo. Además, nuevos tratamientos experimentales para controlar la pandemia prometen dar fruto pronto y son invertidos millones en la carrera en curso, para encontrar la vacuna contra el coronavirus. A pesar de los esfuerzos, la única solución capaz de iluminar la borrosa imagen del futuro, es ordenar nuestras relaciones humanas. ¿Por qué? Porque sólo desde la raíz, puede ser tratado el problema. 

El camino hacia la curación inicia con un diagnóstico preciso. No es casualidad que tan pronto como la humanidad se recupera de una catástrofe particular, surge un nuevo golpe. Esto indica que el tratamiento previo falló en abordar la causa subyacente de los problemas, por eso continúan reapareciendo en nuevas formas.

Por eso, centrarse en encontrar paliativos para solucionar la pandemia y sus consecuencias, nunca será efectivo de forma duradera. La cura total para este problema global, requiere un cambio global en nuestras relaciones sociales, pues es la fuerza que desencadena todo lo que se desarrolla en la realidad. Vivimos dentro del sistema de la naturaleza, que es un gran campo de fuerza donde están conectados los niveles; inanimado, vegetal, animal y humano. Mientras más desarrollada es la criatura, es más poderoso su impacto en el sistema total.

Nuestras actitudes, pensamientos y deseos hacia otros, están en el nivel más alto y más potente en la naturaleza. Así, si estos elementos se dirigen correctamente, radiaran favorablemente a los niveles por debajo del nivel humano. En otras palabras, lo que queremos y pensamos -especialmente en relación a nuestro entorno- crea el impacto más poderoso dentro de las fuerzas de la naturaleza.

Revela la imagen precisa

Conscientemente o no, siempre nos comparamos con quienes nos rodean. Mientras más consideremos que estamos en estado más alto, que somos más inteligentes y tenemos más éxito en comparación con otros, mejor nos sentimos. Al mismo tiempo, se percibe una gran separación entre nosotros y los demás y no nos esforzamos en ser considerados. Estas son las relaciones egoístas, que crean desequilibrio en la naturaleza y tienen efecto boomerang sobre nosotros, nos hacen débiles, vulnerables y poco saludables. 

El coronavirus sigue llevándonos hacia un nuevo nivel de conexión en el que seremos “como un hombre con un corazón” y lograremos la imagen completa de la realidad, como si se conectaran billones de pixeles sin ninguna división. Esa imagen será clara como el cristal para todos, si nos aferramos al otro con fuerza, si nos apoyamos y nunca nos causamos daño ni abusamos de los demás en ningún sentido, todo será para el bien de todos.

Por supuesto, esa aspiración por armonía perfecta con los demás, no surge de forma natural. Nadie tiene el poder de cambiar el mecanismo de funcionamiento egocéntrico inherente desde el nacimiento. Lo que se requiere de nosotros es sólo la disposición para que se origine ese cambio. Y cuando logremos la comprensión profunda de que, en el siglo XXI, las buenas relaciones humanas son indispensables para sobrevivir, descubriremos que surgen las cualidades sublimes de amar y dar y el mundo cambiará de un extremo a otro. En lugar de luchar para sobrevivir, después de cada golpe, percibiremos resultados positivos y duraderos.

El cambio debe comenzar dentro de cada uno, en nuestros pensamientos, porque son la fuerza más poderosa de la creación. Si nos esforzamos por hacerlo juntos, sentiremos que estamos profundamente conectados en un sistema; espiritual, mental e interno y en lugar de virus y dificultades, estaremos inmersos en la percepción de la vida en un nivel superior, en la imagen perfecta de la realidad.

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