Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

Salir del virus para nunca volver

mudarse del coronavirus

En todo el mundo, la gente se está mudando del centro de las ciudades afectadas por el coronavirus, a los suburbios y más allá, al campo o incluso a diferentes países. A los pocos meses del estallido de la pandemia, la gente se acostumbró a trabajar en casa, por lo que, la necesidad de vivir cerca de la oficina es superflua. Como resultado, miles de apartamentos en los que alguna vez fueron barrios de alto nivel en las grandes ciudades del mundo, están vacíos.

El cambio es más que temporal. La gente no tendrá ninguna razón para regresar, excepto para posibles actividades recreativas, pero incluso estas, probablemente desaparezcan en las grandes ciudades. El cambio que presenciamos en el mundo es nada menos que una transformación de la civilización humana.

No es sólo el trabajo, todo se vuelve virtual.

Los bancos y los servicios financieros, las oficinas gubernamentales, las empresas de software y alta tecnología y la mayoría de los productos y servicios, se están trasladando al ámbito en línea. Y donde se requiera presencia física, las entregas con drones reemplazarán gran parte de los viajes necesarios.

Pero la gente no será más feliz. Por el contrario, los malos sentimientos que se extienden por el mundo sólo se propagarán más y más profundo en el corazón de la gente. COVID-19 expuso nuestro maltrato mutuo, nuestro desprecio, insensibilidad y el veneno que albergamos hacia cualquiera con quien no estemos de acuerdo. Quienes se escondan en su casa de campo se quedarán allí por miedo a la violencia en las ciudades y en las carreteras y se sentirán muy aislados y solos. Aquellos que se quedaron en las ciudades tendrán miedo de salir incluso para comprar alimentos.

En esa situación, la gente no tendrá más remedio que empezar a buscar respuestas reales a sus problemas. Cuando lo haga, entenderá que quienes han dicho que su miseria es causada por el presidente (sea quien sea dentro de dos meses) o por un partido determinado o una política en particular o alguna injusticia, pueden haber tenido razón, pero se perdió la causa raíz. Y sin encontrar la raíz, con cortar los brotes, no se logra aliviar el dolor.

A medida que la humanidad examine su situación, entenderá que hay una raíz común en todas sus dificultades: las relaciones humanas rotas.

Verán que todos nuestros problemas vienen de nuestras relaciones rotas. Convertimos a nuestra sociedad en un campo de batalla, de sectas en conflicto, divididas por raza, riqueza, religión, afiliación política y, en general, cualquier cosa que pueda diferenciar a la gente y enfrentarla entre sí.

Nuestra miseria no procede de un determinado líder, partido o cualquier otra autoridad. Se debe a que no me gusta y no puedo confiar en mi vecino. En muchos casos, nos sentimos alejados incluso de nuestra familia. Cuando esta es la situación, no importa quién esté en el poder; siempre nos sentiremos miserables. Por el contrario, si tenemos una gran familia unida y grandes vecinos que nos agradan y en los que podemos confiar, no nos importará realmente quién está en el poder ni qué hace; nos sentiremos seguros y felices en nuestras comunidades y familias.

Cuando la gente protesta contra las injusticias, desahoga su frustración y enojo. Su causa puede ser a menudo noble y digna, pero la ira que se expresa en las protestas no surge de su indignación por la injusticia infligida por las autoridades; expresa su desconexión de la sociedad. De lo contrario, no podrían incendiar negocios y hogares de otros, destrozar sus medios de vida y golpearles para expresar la injusticia.

Hay un colapso social en el mundo occidental y más allá. Estados Unidos, sin embargo, es el más conspicuo, por ahora. Si puede hacerle frente, también lo harán otros países. Si EUA no lo hace, a otros les resultará mucho más difícil tener éxito.

Las ciudades de EUA que se están vaciando, son una alerta roja, un llamado a instaurar la solidaridad, el cuidado y la responsabilidad mutua en la sociedad. Siempre habrá diferentes opiniones en una sociedad, porque la naturaleza de los seres humanos es tener su propia opinión. La pregunta no es cómo hacemos que todos vean que tenemos razón, sino cómo hacer que todos se sientan nuevamente como una familia o al menos, como un vecindario, ¡un buen vecindario es bueno para todos!

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