Hace ochenta años, se reunía la “Conferencia de Wannsee». Recibió el nombre de la villa, en la Alemania nazi, donde se llevó a cabo una conferencia, su propósito fue encontrar la “solución final a la cuestión judía” y convertirla en política oficial de Alemania. El resultado: un plan de trabajo detallado para exterminar a los 11,000,000 de judíos que vivían en Europa y en la Unión Soviética. No hubo drama en la conferencia ni expresiones de odio, sólo hechos y detalles. Incluso palabras como “exterminio” o “matar” estuvieron ausentes de las actas de la conferencia. El documento final simplemente decía: “Aproximadamente 11 millones de judíos estarán involucrados en la solución final de la cuestión judía europea”.
Esta es la cara del antisemitismo institucional, la forma más diabólica del odio más tenaz. Como el resto de sus hermanos, este odio no murió al finalizar la Segunda Guerra Mundial; simplemente se mudó a un alojamiento más espacioso. Ahora que reside en el lado este de Manhattan, tiene un complejo completo en NY 10017, ciudad de Nueva York y el nombre de su nueva residencia es, sede de las Naciones Unidas. Pero, todo lo demás permanece igual: el mismo odio y la misma determinación de demoler a los judíos.
Hay, sin embargo, dos diferencias entre entonces y ahora: 1) El objetivo inmediato del odio se desplazó de los judíos al Estado judío, a Israel. Los propios judíos serán tratados más adelante, una vez que el Estado judío haya sido exterminado. 2) La cuestión judía ya no es un asunto interno alemán ni europeo, como argumentaron algunos países durante la guerra, para excusarse de salvar judíos. Hoy, el odio se escupe abiertamente desde el mundo entero hacia todo el pueblo judío.
En la campaña mundial contra los judíos, se explota cualquier pretexto y todos los problemas se atribuyen a los judíos. No sólo se explotan las campañas militares de Israel, para protegerse contra los ataques con cohetes desde Gaza, sino que se culpa a los judíos de todas las desgracias que ocurren en cualquier lugar. Desde el ataque terrorista del 11 de septiembre hasta la crisis financiera de 2008 y el coronavirus, todo se atribuye a los judíos.
Nosotros, los judíos, tenemos un solo remedio, una “vacuna” para protegernos de la adversidad. Lamentablemente, por siglos hemos sido los anti vacuna, más acérrimos, nos negamos a tomarla: nuestra vacuna contra el odio es la cohesión interna.
Todos los líderes espirituales desde el inicio de nuestra nación, nos han implorado que la tomemos. Todos los profetas y todos los sabios lo promulgaron y nos advirtieron de las consecuencias de evitarla. No hemos escuchado y seguimos sufriendo los efectos.
Se acerca el momento en que se desarrollará otra ronda de angustia judía. Como todo en estos días, no será tormento local sino agonía mundial. Como entonces, así ahora, la elección está en nuestras manos: tomar la vacuna de la cohesión judía por encima de todas las divisiones o sufrir la civilizada, repleta de eufemismos, ira mortal del mundo.
Para más información sobre la importancia de la unidad judía, ve mi libro La elección judía: Unidad o antisemitismo.
Deja una respuesta