El ataque terrorista en un restaurante en el centro de Tel-Aviv, hace algunas semanas, mató a tres civiles e hirió a otros catorce. Pero esos ataques hacen mucho más que matar a gente inocente; aterrorizan a poblaciones enteras. La reciente ola de ataques terroristas en Israel inundó los centros de llamadas de apoyo emocional de personas que sufren de ansiedad. El ambiente es tan tenso que los centros están inundados de llamadas, incluso los días en que no hay ataques. Hasta ahora, el terror parece estar ganando. Pero no es porque los terroristas sean buenos en lo que hacen; es porque nosotros no hacemos lo que debemos hacer.
Si no podemos o no nos ocupamos del terror ni de los terroristas, de la forma en que se debe hacer, al menos deberíamos ofrecer ayuda emocional en todo momento. O luchamos contra los terroristas o luchamos contra las consecuencias del terror o ambas cosas. Por el momento, no veo que se haga ninguna.
Debemos entender que los palestinos no desean cohabitar y mucho menos vivir en paz con nosotros. Quieren que nos vayamos de aquí y harán todo lo posible para conseguirlo. No debemos ser tan ingenuos como para pensar que podemos vivir como las demás naciones. No somos como ellas y cada vez que lo olvidemos, nos lo recordarán causándonos dolor.
Nuestra misión, que hemos despreciado durante dos mil años, es unirnos y dar ejemplo de unidad por encima de diferencias, divisiones, disputas y odio. Nuestra tarea no es unirnos con otras naciones, sino entre nosotros. Si lo olvidamos y les damos la mano en pedazos, la muerden para demostrarnos que no tenemos nada que esperar de ellas.
Los que nos impidan unirnos deben ser expulsados del país. Pero, si tratamos de devolver el golpe a quienes nos atacan, sin antes trabajar en nuestra unidad, no podremos repelerlos. Por el contrario, ellos se volverán más fuertes, más descarados y más decididos y nosotros nos volveremos más débiles e indecisos, hasta que seamos expulsados de Israel por el miedo. De hecho, este proceso ya está en marcha.
Sólo hay una forma de resolver positivamente la situación: pensar y actuar con confianza en el plano militar y en el plano espiritual. A nivel militar, debemos matar a los que vienen a matarnos, simple y llanamente. En el plano espiritual, debemos trabajar con todas nuestras fuerzas para fortalecer la unidad. Ganaremos la aprobación del mundo, hasta que probemos que estemos aquí para forjar una unidad inquebrantable. Cuando presentemos al mundo un vínculo así de resistente entre nosotros, las naciones apoyarán nuestra presencia aquí y encontraremos paz y seguridad, no sólo para nosotros, también para nuestros vecinos árabes.
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