En un momento de profundos abismos y violentas disputas, naturalmente, buscamos apagar el fuego. Sin embargo, después de extinguirlo, tendemos a descuidar el trabajo adicional que se debe hacer. La guerra que vemos hoy es resultado de nuestra negligencia pasada. Si queremos, no sólo reducir la escala de la guerra, sino evitar que se repita, debemos cortarla en su raíz. Para ello, debemos estar de acuerdo en dos principios básicos: 1) Ver más allá del bien y del mal, pues nunca convenceremos al otro de que tenemos la razón y que él está equivocado. 2) Construir vínculos por encima del desacuerdo. Cultivamos lazos que fortalecen nuestra conexión, hasta el punto de que engendran un nuevo vínculo por encima de la montaña de odio que aún vive y seguirá viviendo por debajo.
Si damos estos dos pasos, descubriremos una verdad sorprendente: las mismas disputas catalizan el surgimiento del vínculo. Sin disputa, puede haber calma, complacencia e indiferencia, pero nunca habrá un vínculo ni cercanía de corazones.
Las disputas nos obligan a hacer dos cosas: 1) Decidir si queremos mantener la conexión. 2) Si es así, debemos reforzarla, para que el vínculo siempre sea más fuerte que los desacuerdos que surjan. Si los desacuerdos dejan de surgir, no habrá razón para fortalecer el vínculo. Y como una herramienta sin usar, se oxidará y se descompondrá.
Por el contrario, si surgen nuevos desacuerdos, nos obligan a reparar las nuevas fisuras. Como resultado, el vínculo entre nosotros se vuelve aún más fuerte que antes.
Piensa, por ejemplo, en una casa. Si quieres construirla en un país donde el viento nunca sopla demasiado fuerte, la lluvia nunca es demasiado abundante y la temperatura siempre es moderada, no necesitas construirla muy sólida, es suficiente un buen aislamiento y un techo que pueda soportar una ventisca. Pero, si vives en un país cuyo clima es inhóspito y turbulento, necesitas construir una casa muy sólida para mantenerte seguro y cálido en condiciones extremas.
En pocas palabras, las dificultades son las que te hacen construir una casa fuerte y sólida. Si no fuera por ellas, no harías el esfuerzo.
Lo mismo ocurre con la tecnología. Todo lo que desarrollamos fue para superar dificultades y obstáculos. El resultado es la tecnología moderna. ¿Preferiríamos prescindir de los obstáculos y volver a vivir en cuevas? Estoy seguro de que no. Viéndolo así, apreciamos los obstáculos y las dificultades y con frecuencia, cariñosamente los llamamos «desafíos», porque nos hacen lo que somos.
Lo mismo ocurre con las disputas. Están aquí, así que estaremos a la altura del desafío y construiremos vínculos más fuertes sobre ellas. Como todos los obstáculos, nos enterrarán si elegimos la inacción. Pero, si los usamos para el propósito para el que fueron creados, construir vínculos y estrechar nuestra conexión, ascenderemos a nuevos niveles y alcanzaremos alturas sin precedentes.
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