Sadio Mané, uno de los mejores jugadores y de los que más ganan en el Liverpool Football Club, con un salario de 150,000 libras esterlinas a la semana, antes de un partido fue visto cargando un iPhone con la pantalla rota. Cuando se le preguntó al respecto dijo: “¿Por qué querría diez Ferrari, 20 relojes de diamantes o dos aviones? ¿qué harán estos objetos por mí y por el mundo? Sentí hambre y tuve que trabajar en el campo; pasé momentos duros, jugué al fútbol descalzo, no tuve educación ni muchas otras cosas, pero hoy con lo que gano gracias al fútbol, puedo ayudar a mi gente… Construí escuelas, un estadio, doy ropa, zapatos, alimento para gente en extrema pobreza.
Además, doy 70 euros al mes a todos en una región muy pobre de Senegal, eso ayuda a su economía familiar. No necesito tener autos de lujo ni casas de lujo ni viajes ni aviones. Prefiero que mi gente reciba un poco de lo que la vida me da. Esto es muy impresionante, sin duda. Es raro encontrar personas con un deseo tan sincero de ayudar.
Hace unos días, alguien me preguntó si Mané es un hombre justo. Aquí es donde necesito explicar algo sobre el significado del título «justo» y el término «justicia».
En hebreo, la palabra Tzadik (justo) proviene de la palabra Matzdik (alguien o algo que es correcto). En otras palabras, es algo que le llega al que se debate entre dos opciones y decide cuál es la correcta.
La mayoría, como el señor Mané, son donantes natos. Para él, la lógica es simple: creció pobre, sabe cómo se siente no tener lo necesario, se preocupa por su gente y no quiere que sienta esa escasez. Mané no se debate entre dos opciones; sabe lo que quiere y sigue su deseo. Esto es genial, pero no es «ser justo».
«Ser justo» es enfrentar dos opciones, una muy tentadora pero no buena y la otra buena pero totalmente indeseable. Específicamente, es una elección entre hacer lo bueno sólo para mí o lo bueno para los demás. Por eso, la decisión no es entre dos cosas que se sienten bien, sino entre lo que se siente bien y lo que se piensa que es correcto.
Dado que Mané se siente bien cuando da, no se le considera «justo» en ese sentido. Ciertamente es generoso con su pueblo, pero no «justo» porque no se debate entre dos opciones ni escoge la acertada sobre la placentera. Como él lo dijo, “no necesito autos de lujo ni casas de lujo…”, es decir que no los quiere o los quiere menos que ayudar a su pueblo.
Hay un proverbio en la sabiduría de la Cabalá: «No hay un hombre justo en la tierra que haga el bien y no peque». Otro proverbio dice: «Mil veces caerá y se levantará el justo». En otras palabras, justos son personas con deseos egoístas muy fuertes, que viven en su ego y eligen superarlo al darse cuenta de que necesitan hacer lo correcto, no lo que agrada a su ego.
En una nota al margen, pero muy importante, ser justo o no justo no es el problema en nuestra sociedad. No necesitamos buscar justos ni bienhechores generosos; necesitamos hacer que todos en la sociedad sean justos y equilibrados y así, no habrá gente indigente que se vea obligada a depender de la generosidad de los demás.
Para lograrlo, debemos crear sistemas educativos que nos den valores, no información. La humanidad podría vivir muy bien, sin privaciones ni escasez, si la gente se sintiera conectada y hubiera preocupación mutua. Por eso, nuestro problema no es que no haya suficiente gente generosa como el señor Mané, sino que todos, casi sin excepción, estamos absortos en nosotros mismos. Necesitamos un sistema de educación global que nos enseñe que estamos conectados y que dependemos unos de otros. Dado que somos mutuamente dependientes, es obligatorio que aprendamos a preocuparnos por los demás. Sólo un sistema educativo global así nos permitirá pensar en todos y construir juntos un mundo mejor.
Deseo que todos seamos ricos, no de dinero, sino de amor mutuo. Esta es toda la riqueza que necesitaremos.
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