Esti, de 70 años, recibió un disparo estando en su casa. María, de 29 años, fue encontrada sin vida en su hogar. Mijal, de 32 años, madre de un bebé de ocho meses, fue hallada apuñalada en su casa. Se sospecha que sus esposos las asesinaron. A esta tragedia de las mujeres que fueron asesinadas en los últimos días se unen la de Diana, Suzan, Lili, Zinav, Vivian y otras 9 mujeres que fueron asesinadas al principio de este año. A la tragedia de otras 22 mujeres que fueron asesinadas el año pasado. A la de otras 14 mujeres que fueron asesinadas hace dos años, y la lista de las víctimas crece año tras año. Las causas del asesinato son diversas, pero están en la raíz de un origen esencial: el egoísmo.
Día a día, año tras año, de generación en generación, la naturaleza egoísta crece a dimensiones indescriptibles. Supera todos los límites y bordes. El ego nos desconecta de la consideración al prójimo, crea una valla entre nuestro mundo interior y el entorno, y paraliza nuestras saludables emociones y mentes. Cuando el egoísmo malicioso se enciende dentro de la sociedad completa, nos empuja a que cada uno se ocupe de lo suyo y que le dejen en paz. Es cuestión de tiempo hasta que estalla.
Serán aquéllos de nervios débiles, o los otros severamente afectados por los contenidos violentos de los medios que se convertirán en los primeros en quebrar la delgada capa que envuelve a una “sociedad sana”. Cuando aumenta la presión sobre el entorno, cuando el espíritu de la sociedad irradia extremos y fomenta la polaridad, cuando el discurso es vehemente y agresivo, la frustración de la persona viola su equilibrio interior, y explota en un instante y libera todo el agravio sobre los más cercanos. Por lo tanto, los asesinos tampoco son los únicos culpables de la situación. Son también reflejo del clima violento que prevalece en la sociedad.
El mundo en la calle, en la televisión y en Facebook, delinea nuestra consciencia más que aquellos cercanos a nosotros. Los ejemplos artificiales y teatralizados proporcionados por los medios de comunicación, que también son alimentados por contenidos y marketing ansiosos de avaricia, se convierten en las relaciones naturales y realistas cotidianas.
El contenido corrupto estilo Hollywood altera nuestras mentes y, poniendo o no atención, funcionamos en el sistema de nuestras relaciones como si fuéramos actores por un instante. Cuando alguien se halla en una situación arriesgada con la persona que vive, a pesar de que puede decir la verdad de corazón, de manera sincera y directa, la influencia del entorno es más fuerte que uno. Sin opciones, adopta la posición y el comportamiento del personaje que observa. Esta es la señal categórica de que hemos perdido la dirección.
No podremos censurar el contenido de los medios o cerrar el medio de comunicación y con ello resolver el problema. El silencio dará lugar a nuevas distorsiones en el peor de los casos, o retrasará la irrupción de la enfermedad en el mejor de los casos. Mientras no cuidemos el fenómeno y produzcamos el cambio desde la base, llegaremos a una situación en la que cada uno hará lo que le viene en gana, y caeremos con gran estruendo.
La educación para considerar al prójimo, para establecer límites claros de moral, superar la naturaleza egoísta, tiene que comenzar desde la infancia. Es nuestro deber transmitir al hombre por todos los medios posibles ejemplos prácticos de cómo estar conectados de forma recíproca y saludable con la sociedad que nos rodea, la familia, los amigos y a todos los ciudadanos como tales. Debemos enseñarnos a nosotros mismos y a las generaciones futuras, de qué forma cambiar la relación con toda la realidad y mostrarles cómo la consideración al prójimo y la conexión mutua son la base para todo el sistema de buenas relaciones.
Desde este prisma debemos proyectar todos los aspectos de nuestra vida: el trabajo, la cultura, la seguridad y otros. La educación para las relaciones es con la intención de mejorar al prójimo, es un movimiento que calmará los impulsos, equilibrará al egoísmo e incluso será el juez y el policía del hombre que quitará la vida a una mujer. ¿Qué es bueno para el prójimo?, ¿qué quiere el prójimo? El bien, como para uno mismo, incluso mejor.
La educación no fue designada para librar a las personas de una pena severa, pero es un paso significativo hacia una sociedad saludable. Comencemos a entrenarnos para una vida reflexiva. Utilicemos en buena medida la construcción de valores para la consideración del prójimo, invitemos a los ilustres actores a darnos buenos ejemplos, y en lugar de ver en otro semestre una dramática elevación del número de asesinatos de mujeres, anhelemos titulares de historias de heroísmo supremo y de la eliminación de la violencia contra las mujeres.
La forma de educar tiene qué cambiar con urgencia. Hoy en día lis maestros sufren bulling de parte de sus alumnos… esto es resultado de la perdida de valores y la falta de respeto a las jeraquïas.
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