Como cualquier conflicto, especialmente uno de gran envergadura, sólo es cuestión de tiempo para que el dedo acusador apunte a los judíos. La guerra en Ucrania no es excepción. A medida que la guerra sigue, aparecen en internet cada vez más publicaciones y vídeos que culpan a Israel, a los judíos o a ambos, de la tragedia que se está viviendo Ucrania. En nuestra defensa, podemos argumentar que la verdad, es lo contrario: el primer ministro de Israel hizo todo lo posible para negociar una tregua, hicimos un hospital de campaña en Ucrania a nuestra costa, Israel acogió a decenas de miles de refugiados ucranianos, a pesar de que somos un país muy pequeño y el primer ministro de Ucrania es judío. Pero nadie nos escucha, pues el odio a Israel y a los judíos es tan antiguo como el propio judaísmo y sus raíces están enterradas en lo más profundo del corazón de todos los habitantes del planeta.
En su exhaustiva obra La historia de los judíos, el aclamado historiador Paul Johnson describió elocuentemente lo que el mundo siente por los judíos: «En una etapa muy temprana de su existencia colectiva, [los judíos] creyeron haber detectado un esquema divino para la raza humana, del que su propia sociedad debía ser piloto».
De hecho, el pueblo judío no evolucionó de forma natural de un clan o tribu central. Evolucionó cuando, por generaciones, individuos de muchas tribus y naciones diferentes se unieron y acabaron amalgamándose en una nación, siguiendo un principio único que determinaba todo lo que hacían: la aspiración a amar a los otros como a sí mismos.
Si se examina el legado del judaísmo, se verá que está formado, principalmente, por reglas sociales que determinan cómo construir una sociedad justa y unida, en la que haya cuidado mutuo. Por eso Rabí Akiva, posiblemente el mayor sabio desde Moisés dijo que la ley que engloba el judaísmo es «Ama a tu prójimo como a ti mismo». También por eso, Hillel, otro de nuestros sabios más grandes, le dijo a un hombre que le pidió que le explicara toda la Torá (ley judía) en resumen (alegóricamente, mientras estaba parado en una pierna): «Lo que odies, no lo hagas a otro; lo demás son comentarios».
Cuando, al pie del monte Sinaí, se nos encomendó ser «luz para las naciones», el amor a los demás fue la «luz» que se nos ordenó irradiar, nuestra unidad por encima de las diferencias. El rey Salomón inmortalizó el principio del amor por encima de las divisiones con sus palabras (Proverbios 10:12): «El odio despierta disputas y el amor cubrirá todas las transgresiones». A lo largo de nuestra historia antigua, luchamos por mantener la unidad y el amor entre nosotros. Luchamos por superar el odio y las luchas que surgían en nuestro interior y por ser luz para las naciones, como se nos ordenó ser.
Pero, hacia el comienzo de la Era Común, sucumbimos al odio mutuo y nuestra estructura social se derrumbó. Ese fracaso nos convirtió en parias del mundo, pues no logramos ser luz para las naciones. Mientras no restauremos nuestra unidad ni cumplamos nuestra misión, las naciones no nos perdonarán y no nos querrán entre ellas.
En su mayor parte, no podrán articular exactamente por qué nos odian, así que racionalizarán su ira culpándonos de los problemas contemporáneos, como enfermedades, guerras, crisis económicas, conflictos religiosos y todos los problemas de los que se ha culpado a los judíos. Sin embargo, por debajo de todo, sólo hay, hubo y habrá un agravio que el mundo tiene contra nosotros: nuestra falta de unidad, en consecuencia, nuestro fracaso a la hora de hacer brillar la luz de unidad para las naciones.
El mundo nos aceptará y acogerá hasta que nos elevemos por encima de la división que nos desgarra por dentro desde hace más de dos milenios. Si nos unimos, no necesitaremos explicar nuestra posición, no necesitaremos justificarnos y no necesitaremos luchar contra el antisemitismo. Si derrotamos al antisemita que llevamos dentro, que odia a sus propios hermanos, el antisemitismo externo desaparecerá por sí solo.
Excelente mensaje ,pero las religiones siempre les han puesto del lado donde creen q están Ejm. En América latina se los dice judío errante pésima descripción creo q desde ahí se quitará algún odio q se supone el mundo los tiene ,