La victoria en las elecciones presidenciales de Chile, del candidato antiisraelí de izquierda Gabriel Boric, sobre el candidato de extrema derecha José Antonio Cast, no me sorprende. En muchos países del mundo, la división sobre el liderazgo, la dirección y la visión de nación se profundizó y ha llevado a una división social en dos campos opuestos. Y tiene relación con la misión del pueblo judío.
La polarización de hoy se deriva del estado ambiguo de la humanidad. El ego humano está creciendo y divide a la gente y la humanidad no sabe en qué dirección ir. Va en dirección de un movimiento comunista de izquierda o en la dirección de un movimiento fascista de derecha.
Chile es el país más desarrollado de América Latina. También es una historia de éxito económico: es rico en recursos, tiene una industria pesquera y agrícola próspera y en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, está entre los mejores países de América del Sur. Es un país más cercano en carácter a Europa y es natural que ahí soplen vientos anti israelíes.
Incluso si la extrema derecha hubiera llegado al poder en Chile, el sentimiento antiisraelí no habría sido diferente. La extrema derecha o la extrema izquierda son dos extremos que albergan odio hacia los judíos. Cada cuerpo o partido, cada círculo o movimiento, eventualmente culpará y criticará al Estado de Israel por sus pequeños problemas.
Que se nos culpe por el mal en el mundo, es un fenómeno interesante: las naciones del mundo sienten que hay un poder especial en el pueblo de Israel y a su manera, nos culpan por no transmitirlo. En su subconsciente, son más sensibles que nosotros, a nuestra misión de ser «luz para las naciones» y expresan su insatisfacción con antisemitismo, verbal o práctico.
«La nación israelí fue construida como una especie de puerta de entrada, por la que las chispas de pureza brillarán sobre la raza humana», escribió Rav Yehuda Ashlag (Baal HaSulam) en su artículo Arvut, (Garantía mutua), «hasta que entiendan lo suficiente, es decir, hasta que se desarrollen podrán comprender el agrado y la tranquilidad que hay en el núcleo del amor a los demás». Cuando estamos conectados como un hombre en un corazón, fluye una fuerza espiritual positiva por la red interna de comunicación que abarca a toda la raza humana.
Pero en lugar de amarnos y unirnos, nos odiamos y nos lastimamos. En lugar de actuar en amistad, nos tratamos mal unos a otros. El incumplimiento de nuestro papel espiritual se siente en los países del mundo, pues no reciben la chispa de amor que debe fluir a través de nosotros. Esa es la causa fundamental del antisemitismo.
Si no nos conectamos y no cumplimos el rol que se nos asignó, las naciones del mundo se volverán contra nosotros, como ha sucedido a lo largo de la historia. Los líderes del mundo son una especie de marcador de la relación entre nosotros y el mundo. Están controlados por el poder supremo de la naturaleza, como está escrito: «Como corriente de agua, el corazón del rey está en la mano de Dios. Él lo dirige hacia donde Él desea» (Proverbios, 21: 1), de modo que, de alguna manera, por su posición podamos examinar nuestra condición. Nuestra situación, como siempre, requiere elegir la garantía mutua y aplicar la regla «ama a tu prójimo como a ti mismo» si queremos convertir en aprecio, la hostilidad hacia nosotros.
Rav. Soy chilena, sefardita, comunista y estudiante de cabalá y puedo asegurar que el presidente electo Gabriel Boric no es antiisraelí ni antijudío. El otro candidato comunista que fue por la presidencia pero no ganó, Daniel Jadue, era de origen palestino y se pronunciò siempre anti israelí, pero no Boric. Boric, como yo misma, solo ha estado en contra de medidas del gobierno israelí, pero no contra Israel. Por favor, Rav, este joven presidente busca la unidad por encima de todas esas odiosidades, solo està en contra de los que explotan y lucran en beneficio se sus grupos y no por todos y sobre todo, está por la unidad y el trabajo dentro de la diversidad que existe. Creo que hay un gran error en esa apreciaciòn de Gabriel Boric como antiisraelí.